PRESENTACIONES



“El Africano”, de JMG Le Clézio
PRESENTACIÓN A LA TERTULIA

África no existe “… Es todo un océano, un planeta aparte, todo un cosmos heterogéneo y de una riqueza extraordinaria. Solo por una convención reduccionista, por comodidad, decimos “África”. En realidad, salvo por el nombre geográfico, África no existe”.
Esto lo dice Ryszard Kapuscinski, uno de los autores que mejor nos han sabido contar África.
África es, en efecto, muy compleja, tan variada en culturas y en realidades diversas como para que quepa en una sola palabra. Es una presunción de nuestra parte querer constreñir ese rico mundo en un solo concepto. Eso es un invento nuestro, relativamente reciente.
Desde luego no era así cuando los griegos trazaban sus primeros mapas en los que dibujaban tres manchas terrosas: Europa, Asia y “Lybia”. Y tampoco era así cuando los mismos griegos empezaron a saber que más al sur había un mundo inexplorado, habitado por negros. Por eso, al mar allende, a lo que hoy llamamos Atlántico Sur, ellos lo llamaron “Océano Etíope”, es decir, literalmente, “mar de los negros”.
Y tampoco necesitamos ni la palabra, ni el concepto para hacernos allí humanidad. En la Garganta de Olduvai, al Norte de la actual Tanzania, allá por el Plioceno, nos bajamos de los árboles y aprendimos a ser bípedos. De Austrolopithecus, evolucionamos hacia  Homo Sapiens primero y a “Homo Europeo” después.
Probablemente (aunque hay otras teorías), el vocablo “África”, provenga del nombre latinizado de una tribu bereber del Sahara, que se llamaban a sí mismos los Afarika  y que en un mapa del siglo XIV se localizaban en lo que es hoy Sudán.
Poco después, los europeos, más guapos y más listos, empezamos a percatarnos de las posibilidades de explotación del vasto territorio que la palabra fue abarcando.


Primero fueron los portugueses los que tomaron esclavos para su propio uso. Luego los españoles, convirtiéndolo en mercancía, hicieron de eso un buen negocio. La primera remesa de esclavos negros fue vendida en La Española (actual Haití), en 1501. En eso fuimos primera potencia mundial: ¡teníamos el monopolio! Luego fue Italia, Inglaterra,  Holanda, Suecia, Dinamarca… Todos se apuntaron al negocio. Siglo XVI, siglo XVII, siglo XVIII. Hasta que, veinte millones de negros después, todos jóvenes, en el XIX dejó ser rentable y empezó a prohibirse la esclavitud (aunque, quiero pensar, que algo tendrían que ver los principios filosóficos que inspiraron la Revolución Francesa).
Pero no seré yo el que diga de manera maniquea que del lado de acá estaban los malos y del de allá los buenos. De hecho, los traficantes blancos no tenían que adentrarse más allá de la costa porque había tribus cazadoras, que hacían el trabajo sucio, y tribus cazadas. Pero, reconozcamos que el beneficio era nuestro y el perjuicio era suyo.
Y luego vino la colonización, la explotación del territorio. Ver un mapa de África de esa época, trazado en despachos europeos, con líneas rectas de meridianos y paralelos, da idea de lo poco que se tenían en cuenta las etnias y las culturas.
Y sobre el trato dispensado a los nativos… mejor no hablar. Entre la infinidad de testimonios existentes, yo os remito al penúltimo libro de Vargas Llosa: “El sueño del celta”, de 2010, una pequeña muestra referida al Congo Belga.
Asunto moral aparte, el expolio de la juventud negra durante siglos, y la posterior colonización, tuvo consecuencias de muy largo alcance. Se truncó el crecimiento y el desarrollo normal de los grupos étnicos y se imposibilitó la formación de estructuras políticas sólidas y estables. ¿Qué sería hoy de los países de África si el europeo no se hubiese entrometido…? Nunca lo sabremos. Lo que sí sabemos es cómo está ahora. África es lo que es hoy en gran parte por culpa nuestra.
Nada de todo esto está en el libro que presento (bueno, el colonialismo si está subyacente). Es solo una bonita disquisición mía para sugerir que nos aproximemos a África con perspectiva. Con respeto: Un respeto que los blancos del norte, con nuestra visión eurocéntrica, estrecha, solemos olvidar. También lo digo para afirmar por contraste que ese no es el caso de JMG cuando escribe “El Africano”. Él no tiene ese problema. 


Le Clézio es francés, de madre francesa y de padre inglés, nacido en Francia y educado en Francia (estudió educación, literatura, filosofía…). Aunque pasó su primera juventud en Inglaterra, en las universidades de Bristol y de Londres, en donde llegó a enseñar Literatura francesa. Pero para él África es algo más que un lugar para visitar y luego contarlo. África está en su ADN.
Digamos ya de antemano que este libro es un relato autobiográfico de los recuerdos de sus años de niñez vividos en una tribu de Nigeria en donde  ... la libertad era el reino del cuerpo”. Y que “el africano” es su padre; verdadero protagonista de esos recuerdos.
Su padre era africano en sentido estricto ya que nació en África. Era oriundo de Isla Mauricio, que queda al este de Madagascar, en medio del Índico. Territorio netamente colonial desde su origen. Ese pasado colonial hay que contarlo para poder comprender por qué la madre de JMG era francesa y su padre inglés (y porque es entretenida):
El territorio fue portugués en el siglo XVI cuando se descubrió, en el XVII holandés, en el XVIII francés. Ese es el momento en el que sus antepasados, franceses, se instalan allí. Su abuelo materno, uno de los descendientes, vuelve a Francia, se casa con una francesa y se instala en Niza. Por eso, su madre será francesa. En el siglo XIX, Isla Mauricio pasa a ser colonia inglesa. Y por eso su padre es inglés, porque en el seno del resto de la familia que había permanecido en la isla es en la que nació su padre. Hay que añadir enseguida para que las piezas encajen que el abuelo materno, instalado en Francia, era hermano del abuelo paterno. Y que fue en una visita de su padre a casa de su tío francés en donde se enamoró de su prima.
He ahí la historia de su familia y, probablemente, el origen del cosmopolitismo del autor que tanto ha influido en su literatura. Por acabar la historia: La independencia de Mauricio se consiguió finalmente en 1968. Y con ella, su padre perdió el pasaporte, la nacionalidad inglesa y la pensión de una vida entera dedicada al Imperio.
Pero no es por su origen de nacimiento, por lo que JMG concede el título de “africano” a su padre. Es muy al final cuando… acabó siendo el africano por la fuerza del destino”. Entonces, al final de su vida activa, que había dedicado en cuerpo y alma al cuidado de los nativos como médico, es cuando, dice,… comprendí que el verdadero africano era él”.


El recorrido vital de su padre es muy interesante y muy novelesco, pero no voy a decir nada más porque está mejor contado en el libro. Solo diré que…        El contacto con la humanidad doliente y veintidós años en África, le habían inspirado un desprecio profundo al colonialismo en todas sus formas”.
Es precisamente en la búsqueda de la figura paterna y en el intento de comprender su personalidad, entretejido con sus propios recuerdos de infancia, en donde está la esencia y el propósito de este libro.
Ya está casi todo dicho. Pero si bien es cierto que un libro se puede entender y disfrutar por sí mismo, es más cierto que se consigue apurar toda su esencia si se conoce el contexto. En muchos casos eso no es tan determinante: hay muchos autores que escriben toda su producción sin salir del escritorio de su casa. Este no es el caso.
JMG es un habitante del mundo que ha vivido intensamente varias culturas. Es un nómada. Cosmopolita por excelencia. Él dice de sí mismo Yo no viajo mucho, voy a un lugar y me quedó allí un tiempo”... “Son para mí como vidas sucesivas
(Digamos como anécdota que en una ocasión fue a visitar en Perú una tribu de indígenas y se quedó a vivir con ellos cuatro años). Sus experiencias vitales y sus libros guardan una estrecha relación. Comprender al personaje es comprender su literatura.
Le Clézio nació en Niza, en 1940. En España decimos que “uno no es de dónde nace, sino de dónde pace”. En África hay una creencia más poética y él tiene a gala recordarla:  No eres de dónde naces, sino de dónde eres concebido”. Y él es fruto del amor de sus padres en una cabaña en el corazón de África.
Su madre acudió a Francia para dar a luz en condicione más higiénicas, pero le sorprendió la guerra y ya no pudo volver. Anduvo escondiéndose con sus dos hijos pequeños por miedo a la deportación. (Por cierto, los intentos del padre para tratar de rescatarlos es toda una odisea).
La vuelta solo fue posible cuando ya JMG tenía ocho años. Toman un barco y, en un viaje iniciático para él, va camino del encuentro con su padre que vive en medio de la sabana, incrustado en una tribu. A vivir, mi vida salvaje, como dice él. Allí comprende, según sus palabras…


El magnífico impudor de los cuerpos, la violencia de las estaciones, la felicidad de vivir a mi aire, la ebriedad de poder correr con los pies descalzos…”.
Ese sueño de niño-salvaje, le dura dos años. La familia al completo vuelve a Niza. Aunque su padre retorna enseguida, incapaz de adaptarse a la “civilización”, nostálgico de su vida africana y de su trabajo.
JMG escribe varios libros sobre África, pero claro, conviene saber cuál es cuál. Porque no es lo mismo el titulado “Un largo viaje”, un relato sobre África que escribe a los ocho años, durante el tiempo que dura el trayecto en el barco que lo lleva hasta allí, aun antes de haber tocado suelo africano, que los que escribe más tarde de adulto. Y menos aún que éste, “El Africano”, escrito a los 64 años, con medio centenar de libros publicados y en el sosiego de la madurez de una vida ya asimilada.
Jérôme Garcin, un crítico francés, dijo de él cuando se publicó: El Africano es un libro cardinal para comprender toda la obra de Le Clézio. Es una historia susurrada. Y está escrito en una lengua tan simple que se diría que son las palabras de un lamento”.
La vida de JMG es a su vez una gran novela. Al acabar la universidad, el servicio militar le llevó voluntario a Tailandia. Allí enseñó durante un año. (Por cierto, él no se considera un académico, pero la verdad es que ha impartido docencia en las universidades de Londres, Méjico, Perpiñán, Bangkok, Boston, Austin y en Alburquerque, en el estado norteamericano de Nuevo Méjico).
De Tailandia es expulsado por manifestarse críticamente contra la prostitución infantil. Toda su literatura es comprometida en la defensa de los débiles, de las culturas indígenas y de la ecología. Preguntado una vez sobre qué libro suyo recomendaría dijo que “Pavana” (1992). No siendo desde luego su mejor libro, estaba orgulloso porque era fruto de un éxito ecológico: En Méjico, la empresa Mitsubishi quería instalar una fábrica de sal en una zona donde las ballenas grises acuden a parir y en lucha con otra gente, "¡conseguimos impedirlo!", dijo.
De Tailandia a Méjico. De Asia a América. De Asia le quedó el interés por las tradiciones: Entre sus muchos libros hay dos traducciones de tratados sobre los mitos hindúes.


Méjico me encantó”, dice, “porque la gente es humilde. No tiene los mismos recursos que los europeos, pero tiene más generosidad. Las relaciones son mucho más fáciles. Me quedé varios años”.
De su etapa mejicana y del mundo amerindio tiene varios libros, entre ellos “Diego y Frida”, de 1994, sobre la tormentosa relación entre Frida Kahlo y Diego Rivera.
Como hemos visto, JMG ha escrito desde siempre, desde muy jovencito. Pero el primer libro que presenta a la imprenta es a los 23 años: “El Atestado”, en 1963. Un éxito. Que es un éxito lo prueba el hecho de que con ese primer libro obtiene el premio Renaudot. De entonces a hoy es uno de los autores franceses más reconocidos.
Este premio está relacionado con el Goncourt, del que ya hablamos en otra ocasión. El grupo de los críticos literarios, mientras esperan la resolución del fallo y puesto que tienen que leerse todos los libros finalistas, deciden manifestar su propia opinión otorgando ellos un premio de la crítica: ese es el Renaudot. Y tiene prestigio.
Asia, América, África, y luego veremos que también Oceanía. Su mundo es el Mundo. Con el trasfondo africano de su infancia escribe algún libro más, como “Onitsha”, en 1991. Y “El pez dorado”, en 1997. Pero quien lo va a volver verdaderamente a África es el amor. Jemia, su mujer, es saharaui, del Sahara Occidental. La conoció en un viaje que cuenta luego en “Gente de las nubes” de 1975. Y de ese contacto surgen otros libros, como “Desierto”, de 1980, (ya conocido en esta tertulia), que se basa en la familia de su mujer, descendiente de “los hombres azules”. Como sabéis, refleja el contraste entre la grandiosidad de la cultura perdida del Norte de África y la mirada despectiva que Europa dedica a los inmigrantes actuales. Ese libro fue muy bien acogido en Francia y de hecho, por él le fue concedido el premio de la Academia Francesa.
Tiene JMG una extensísima producción de obras de distinto tipo, siempre tratando los temas que le motivan y los lugares que son de su interés. Entre los que ha escrito recientemente, después de “El Africano”, hay un ensayo sobre Oceanía: “Raga, un enfoque sobre el continente invisible”, en 2006. Un tratado sobre su experiencia en el cine, “Ballaciner”, en 2007 y una novela, 
La música del hambre”, en la que recuerda la juventud de su madre sobre el fondo de la Francia ocupada.
Que su literatura es de calidad lo demuestra el hecho de haber sido reconocido con el Premio Nobel, en 2008. La Academia Sueca lo justificó así: “Es un escritor de la ruptura, de la aventura poética, del éxtasis sensual. Le Clézio ha conseguido rescatar las palabras del estado degenerado del lenguaje cotidiano y devolverles la fuerza para invocar una realidad existencial".
De “El Africano” no voy a decir nada; que lo diga la tertulia. Salvo una apreciación personal: Como se verá es un texto sencillo, limpio, cuasi poético. Pero no creo que el autor pretendiera ser lírico. Es simplemente el resultado de un oficio depurado con los años y de la plasmación de profundos sentimientos. La conjunción de ambas cosas, que yo resumiría en una palabra: “autenticidad”.
En fin, “El Africano”, de Jean-Marie Gustav Le Clézio: Os va a gustar.

Ramón Madrigal
Alicante, 1 de junio de 2015
 






PRESENTACIÓN DEL LIBRO
“NOS VEMOS ALLÁ ARRIBA”, DE PIERRE LEMAITRE

Dal Maschio, en su introducción a la obra de San Agustín dice que
”Es ya una convención el considerar que el estudio del contexto en el que se desarrolló la vida de un creador proporciona las claves que resultan de utilidad inestimable para comprender y apreciar su obra, afinar las interpretaciones y evitar errores y anacronismos.”
Empecemos por ahí. Pero por ese lado vamos a acabar pronto, porque teniendo en cuenta que Lemaitre es de la cosecha del 51, su tiempo es nuestro tiempo y sus circunstancias son muy parecidas a la nuestras, así que por ese lado ya tenemos casi todas las claves. Nació en Paris en 1951 en el seno de una familia de clase media. Se licenció en Psicología y profesionalmente  ha vivido de la enseñanza, y concretamente en la educación de adultos y en formación profesional: cultura general, comunicación, análisis de textos, literatura…
¿Y su obra? Cortita y tardía. Empezó a publicar a los 55 años
(“La ventaja de empezar a escribir de viejo es que llegas a este trabajo con todas las lecturas ya realizadas; con la educación recibida”)
Y en un género muy concreto, la novela negra y, por tanto, para un público muy restringido; entregado, pero restringido.
§  “El novelista”, la primera, en 2006
§  “Vestido de novia”, en 2009, publicada en España en 2014 por Alfaguara. Hasta ahora la única traducida al español aparte de “Nos vemos allá arriba”.
§  “Cadres noirs”, de 2011. “Cuadros”, en el significado de “jefes de empresa”, basada en hechos reales ocurridos en Francia poco antes.
§  “Alex”, de 2011
§  “Les Grands Moyens”. (“Los Grandes medios”, o quizá “Medidas drásticas”, ya veremos cómo lo titulan en español.). Es también de 2011. Tiene la particularidad de que se publicó como folletín por entregas para ser leídas de forma gratuita, en digital.
§  “Sacrificios”, de 2012, y
§  “ Rosi & John”, de 2013; el mismo año que se publica “Nos vemos allá arriba”


Todas ellas novelas negras. De las de “agarrarse al sillón”, en expresión que he leído en algún blog.
No obstante nunca jamás una novela policiaca habría sido galardonada con el Premio Goncourt. Pero “Nos vemos allí arriba” lo ganó en 2013, fue aceptada por el gran público francés y, gracias a su éxito en Francia, ha sido publicada en España y, lo que es más importante, es merecedora de ser comentada aquí hoy.
¿Es esta una novela negra? Sin duda. Si en todas las anteriores siempre hay algún muerto en el armario, esta comienza con diez millones de muertos; no está mal para empezar... Y el arranque de la novela, trepidante, uno de los más espectaculares que hayamos podido leer, utiliza claramente la técnica narrativa de la novela negra: En los primeros compases hay que atrapar el alma del lector para que llegue a la conclusión de que es imposible no quedarse a averiguar qué va a dar de sí la historia. Historia que, como se verá, tiene todos los ingredientes de la intriga policiaca.
A la pregunta de si en esta novela ha utilizado conscientemente los elementos y la técnica de la novela policiaca, el autor reconoce que…
“Sí, en efecto. Eso es cierto. La novela policiaca se construye a base de pistas falsas, giros, suspense, indicios; lo que se llama el “clímax”, un aumento gradual de la acción. Y todo esto aparece en mi libro. Una vez más no me otorgo demasiado mérito, sencillamente he hecho aquello que mejor sé hacer”.
Pero “Nos vemos allá arriba” es mucho más que una novela negra. Por eso fue alumbrada con el reconocimiento del Goncourt. El premio Goncourt que reconoce a la “mejor” novela del año publicada en francés, tiene un gran prestigio en el ámbito francófono ¿Es equivalente al Premio Planeta en España? En mi opinión, es la antítesis del Premio Planeta. Solo se parecen en que ambos catapultan las ventas del señalado. De treinta mil ejemplares, “Nos vemos allá arriba” se disparó en pocos días al medio millón. Pero como todo el mundo sabe, el Planeta es una filfa, un truco publicitario de ventas, convocado, promovido y exaltado por una editorial que lo que quiere es vender libros. El “premio” Planeta es un encargo previo que se hace a un famoso (siempre “cae” en un famoso) y que, como es natural, en la mayoría de las veces sale fallido. El Goncourt es igualmente de un ente privado, pero con una génesis y una intención diametralmente opuesta. 


“L’Académie Goncourt” es un cenáculo literario fundado en 1900 siguiendo los deseos y los dineros que había dejado en testamento Edmond de Goncourt gran amante de la literatura, que tiene por objeto conceder un premio…
 a la mejor obra de imaginación aparecida durante el año”…”para forzar las puertas de la gloria”.
Y, en efecto, aquí lo que se reparte es “gloria”, porque a diferencia del Planeta que es premio millonario, lo que se otorga de premio en el Goncourt son 10 euros, que era en equivalencia de francos, el valor de una buena cena en la época.
Siendo pues el único criterio la calidad y el gusto de los académicos que eligen por votación sin ninguna intención crematística, el Premio Goncourt va siempre acompañado de prestigio. Por citar los más conocidos, fueron premios Goncourt a lo largo del siglo:
§   “A la sombra de las muchachas en flor”, en 1919, de Marcel Proust (Es el segundo volumen de “En busca del tiempo perdido”)
§   “La condición humana”, de André Malraux, en 1933
§   “Los Mandarines”, de Simone de Beauvoir, en 1954
§  “El amante”, de Marguerite Duras, en 1984
¿Qué tiene de diferente esta novela de Lemaitre con respecto a las anteriores, hasta el punto de ser considerada la “mejor novela” de ese año y para que merezca ser elevada al Olimpo de la historia de la literatura francesa?:
En mi opinión, el “marco”, el fondo. Teniendo como tiene ésta todas las claves de la novela negra, está trazada sobre un fondo muy rico. Un momento histórico y un lugar bien definidos y muy bien documentados. Hasta tal punto que nos llega a interesar de ella tanto más el decorado como la propia historia que viven los personajes. De hecho, muchos la consideran novela histórica. Yo no lo creo (sobre qué se considera “novela histórica” habría mucho que decir). Y el autor tampoco lo cree. Preguntado en España sobre este asunto responde:
“Tengo grandes dificultades en Francia, en mi propio país, para conseguir que se entienda que en realidad esta novela es una novela picaresca más que una novela histórica. La novela picaresca procede de la literatura española con el Lazarillo de Tormes. En Francia este libro es muy importante ya que inauguró la tradición de la novela picaresca. Mi actitud ante esta gran novela es mi modesta manera de ser un poco español”.


El marco histórico de fondo… y los personajes. Porque los personajes también marcan la diferencia. Aquí los personajes están muy bien trazados, el lector llega a comprender su personalidad, su complejidad. En la clásica novela negra, toda la energía creadora del escritor se va en la trama, en los hechos, en fabricar el suspense. El marco es totalmente secundario, se dibuja lo mínimamente imprescindible para que se sostengan los personajes, para que no se caigan. Y el tiempo histórico suele ser el contemporáneo, que no cree complicaciones. En “Vestido de novia”, por ejemplo, una novela de intriga psicológica, la acción transcurre en las calles de París y en las afueras, entre 2000 y 2004.
Lo que busca la novela policiaca es entretener (que no es poca cosa en literatura), pero no deja huella. Se consume y se olvida. “Nos vemos allá arriba”, entretiene, atrapa la intriga del relato, pero además da qué pensar.
El marco, los personajes principales y… los personajes secundarios; otro motivo que marca la diferencia. Aquí tienen un papel esencial.
Dice Pierre Lemaitre: “Los personaje secundarios me interesan muchísimo. Para explicarlo de una manera sencilla: cuando escribía novelas policiacas mi héroe tenía un nombre holandés. (En realidad solo en tres de sus novelas utiliza como protagonista un detective que se llama Camille Verhoeven). Era un homenaje a la pintura flamenca que da gran importancia a los detalles, a los personajes secundarios. El personaje secundario es el que consigue que la acción sea realmente dinámica para el lector, porque si no parece que los personajes se encuentran en el escenario de un teatro, ante un telón”.
Y ya que le concedemos importancia al marco, vamos a analizarlo aunque sea brevemente:
El 2 de noviembre de 1918 el teniente Pradelle, una mala persona, canalla y malvado donde los haya, empuja a sus hombres a conquistar una pequeña loma en el frente norte, arriesgando la vida del puñado de hombres que se le han confiado, a sabiendas de que a esas alturas ya no hay nada que ganar. Simplemente trata de arañar en el último momento un galón, una estrella de oficial, que le permita medrar en su carrera.
Faltan 9 días para que se acabe la Gran Guerra. La estúpida guerra que ha enfrentado a millones de hombres a lo largo de centenares de kilómetros de frontera de trincheras, “guerra de topos” como se le llamó entonces, matándose tontamente los unos a otros: diez millones, soldado arriba, soldado abajo. 


El 14 de agosto, tras la batalla de Amiens, en la que los alemanes derrotados se retiran a la Línea Sigfried, los mandos militares alemanes Hindemburg y Ludendorff declaran imposible la resistencia y reconocen la inutilidad de proseguir la guerra. En septiembre piden un armisticio inmediato. El 3 de octubre, Guillermo II nombra Canciller (jefe de gobierno) a Max de Bade con la misión de que trate de conseguir unas condiciones de paz medianamente honrosas.  El 7 de noviembre se proclama la República de Baviera. El 9 de noviembre, en vista de la situación, Max le envía un telegrama al emperador en la que le dice: “Majestad, su abdicación se hace imprescindible para salvar a Alemania de una guerra civil”. Y es que la anarquía ya reina por doquier. Ese mismo día, abdica Guillermo II, huye a Holanda y se proclama la República de Berlín. El socialdemócrata Sheidmann asume la jefatura del estado. El 10 de noviembre se forma nuevo gobierno.
Al día siguiente, el 11 de noviembre, a las cinco y media de la mañana, en un vagón de tren situado en el bosque de Compiegne, se firma el Armisticio. Por la parte alemana, tiene que firmar un civil, Matthias Erzberger (un adalid antibelicista), porque los militares se han negado y ya se han vuelto a casa con más sentimiento de orgullo que de derrota. De hecho, en Berlín son aclamados como “vencedores”.
(De esos polvos y de la humillación de los alemanes en los draconianos tratados de paz posteriores, vienen los lodos de la Segunda Guerra Mundial, en la que la utilización del mismo vagón de tren para acto semejante, es anecdótico).
Todos los muertos de una guerra son inútiles, pero son mucho más inútiles los “caídos” entre agosto y noviembre cuando la suerte ya está echada. Y se hace patente que son mucho más inútiles aún los muertos provocados por el teniente Pradelle.
En un prefacio que yo considero magistral, Lemaitre, lleva al lector a las postrimerías de la Primera Guerra Mundial para que se sitúe. Para que, en complicidad con ellos, acompañe a los protagonistas en la acción de la novela que se desarrolla después; para que los comprenda. Porque el marco no es la guerra, es el paisaje que queda después.
El coste de la guerra para Francia ha sido del 30% de su riqueza nacional. Ha provocado terribles pérdidas demográficas: un millón cuatrocientos mil jóvenes franceses, varones, se han quedado en las trincheras. Y varios millones más han vuelto heridos, mutilados o destrozados moralmente. Y el retorno a la vida civil de los veteranos va a ser un gran problema social. El panorama es desolador.


En ese ambiente, muchos van a ver la oportunidad de aprovecharse. Lo dice el propio Capitán Pradelle: “Incluso después de acabada, la guerra ofrece grandes oportunidades de negocio”.
Las transformaciones sociales son intensas: al lado de millones de familias empobrecidas van a aparecer nuevos ricos, especuladores que van a amasar fortunas. Hay que reconocer que al capitalismo especulativo le sientan bien las guerras.
La estafa de los monumentos a los “héroes” desaparecidos en combate, es pura ficción inventada por el autor. Pero el asunto del tráfico de ataúdes se basa en una realidad histórica. Aunque bien pudiera parecer lo contrario.
Le preguntaron a Lemaitre que por qué este asunto, que cuando se le ocurrió la idea. Y él contestó lo siguiente:
“Descubrí “Las Cruces de madera”, de Roland Dergelès, a los 17 años. Y me identifiqué entonces con esos jóvenes que tenían mi edad y que murieron en las trincheras durante esa carnicería que fue la Gran Guerra. Un día, hace diez años, pasé por un monumento a los muertos. (Hay que aclarar que esta entrevista es de septiembre de 2013, al poco de aparecer el libro en Francia).
Era la mañana del 11 de noviembre. Estaba el alcalde con cuatro o cinco concejales, los bomberos y casi nadie más. Encontré la escena infinitamente triste. El alcalde leía los nombres, añadiendo “muerto por Francia”. Y eso era todo. Yo experimenté un sentimiento de profunda injusticia hacia ellos. Escribiendo “Nos vemos allá arriba” he respondido a una promesa que yo me hice en mi juventud”.
“Las Cruces de madera”, libro al que hace referencia, es una novela que se publicó en 1919 basada en la experiencia vivida por el autor durante la Primera Guerra Mundial. El título hace referencia a las cruces de madera, toscamente clavadas a lo largo de los caminos próximos al frente, en donde se enterraba a los soldados caídos en combate. Al final de la guerra había un millón de soldados enterrados en las cunetas o en pequeños cementerios.
Tras la Primera Guerra Mundial, la mayoría de las familias desconsoladas deseaban exhumar los cuerpos de sus parientes muertos en combate a fin de inhumarlos en el cementerio de su pueblo. Pero el gobierno prohíbe esta práctica por falta de higiene y por no poner en peligro la identidad de los cadáveres. Desafiando esta prohibición, algunas familias emprenden por su cuenta, o apelando a “mercantilistas de la muerte”, como se les denominó en la época (compañías de
pompas fúnebres, o sencillamente de estafadores), la violación de sepulturas para llevarse clandestinamente los restos mortales. La proliferación de eta práctica ilícita durante los años 1919 y 1920 incita al Ministerio del Interior a tomar medidas represivas, y promulga la Ley de 31 de julio de 1920 mediante la que el Estado se hace cargo de las exhumaciones para depositar los cuerpos en grandes cementerios militares.
Le preguntan a Lemaitre: Los hechos de los que habla en su novela, son espantosos, ¿le ha añadido usted horror a la narración?
“Decía Flaubert que “la verdad no es siempre verosímil”, mi libro es una perfecta ilustración. Yo he trabajado a partir de la tesis de Béatrix Pau: “Los Escándalos de las exhumaciones militares”. No he necesitado añadir nada de horror, la historia aquí es más cruel que la imaginación. Tuve suerte de descubrir un hecho que muchos historiadores franceses desconocían, un verdadero escándalo que estalló en 1922, cuatro años después de terminada la guerra, cuando se descubrió que algunas empresas privadas habían ganado mucho dinero con la exhumación de los soldados. Es una historia muy morbosa y creo que en cierto modo es una de las clave morales de este libro.”
Y respecto a la técnica, le preguntan a Lemaitre: “¿De qué manera trabaja usted? Opina que la documentación tiene cada vez más importancia en la novela contemporánea en detrimento de la imaginación?”
“No sé”, contesta, “Puede ser. En mi caso, yo me sirvo de la documentación para dar prioridad a la emoción y a los sentidos. No busco tanto la exactitud como la verdad”.
Ante un libro que ha gustado surge la pregunta de si habrá una segunda parte. Y no, dice el autor que no habrá segunda parte. Pero que una vez que ha encontrado este camino, sus próximas obras serán, a modo de un proyecto balsaciano, una especie de fresco del período 1915-2015, una especie de puzle.
La próxima obra sobre la que trabaja ya tiene título: “Los Colores del fuego” y se desarrolla enteramente durante el Éxodo de 1940. Y como las piezas de un puzle se enlazan unas con otras, la pequeña Louise, que tiene diez años aquí, será la heroína de la próxima novela.
Y para finalizar, dice Lemaitre:


“Creo que un adolescente puede leer “Nos vemos allá arriba” en busca de aventuras. Un segundo círculo de lectores puede interesarse por el fondo social y político. Un tercero podría darse cuenta de que el capítulo diez empieza con una parodia de Marcel Proust.”
…Y los lectores del Aula Literaria de la Universidad de Alicante, van a encontrar todo eso y mucho más.

Alicante, 9 de marzo de 2015
Ramón Madrigal


30.05.2014: Presentación del ensayo TODO LO QUE ERA SOLIDO de Antonio Muñoz Molina:
 (por Esperanza Vaello Esquerdo)


A medida que avanzas en la lectura del libro –escrito, salvo contadas excepciones, en pasado y en plural- vas sintiendo una mezcla de desasosiego y de indignación, no exenta de cierta sensación de culpa. Motivos no faltan, porque el autor lleva a cabo un repaso nada complaciente de la España reciente, poniendo de manifiesto la ceguera ciudadana -debida seguramente al aturdimiento que produce el hechizo del dinero y de la prosperidad- y que nos impedía darnos cuenta de la inconsistencia de la situación.
Denuncia con datos objetivos y a mi entender irrebatibles:
- Los cambios producidos en la moral pública y privada, que propiciaron la corrupción generalizada.
- La desaparición de los controles efectivos de la legalidad de las decisiones políticas
- La incapacidad de crear una administración pública y profesional, que, a la postre, se convierte en una administración descaradamente clientelar.
- El vergonzoso despilfarro en gastos superfluos en lo aparente y efímero, en vez de invertir en lo esencial y duradero.
- El fomento irresponsable del sectarismo y del clientelismo hasta el extremo de que la explícita adhesión política es el mayor mérito de todos los méritos.
Tal panorama desolador –entiende Muñoz Molina- no es responsabilidad exclusiva de la clase política, sino que cuenta con la indiferencia, la claudicación o incluso la adhesión de sectores amplios de la ciudadanía, aparte de la mezcla de negligencia profesional, militancia sectaria y disposición cortesana de una parte de los medios informativos.
Echa de menos el autor que no se haya hecho pedagogía democrática, (predicando con el ejemplo, por supuesto), la ausencia de la necesaria autocrítica y que el espectáculo y los insultos hayan prevalecido sobre los debates con contrastes argumentados y civilizados de ideas.
Con la plena convicción de que la vida es tan complicada que raramente las personas, las ideas, las posturas políticas pueden dividirse en dos bandos, lamenta la insoportable soledad del heterodoxo que, por no querer acogerse a una trinchera o a otra, se encuentra en tierra de nadie, llegándole el fuego cruzado de los que se han puesto de acuerdo para atacarle.
En la visión retrospectiva que hace del año 2007 en 2012, a través de la hemeroteca del diario El País, toma conciencia de la gravedad de los cambios producidos, que, al ser tan graduales, habían permitido el espejismo de una permanencia ilusoria. A la vista de los espectaculares records de crecimiento y ganancias del bienio 2006-07, se pregunta, entre asombrado e incrédulo, cómo es que ese ruido no nos atronaba, qué veíamos, en qué estábamos pensando. Lo compara con el efecto del fragor de una catarata sobre quienes viven tan cerca de ella que ya no la escuchan. Atribuye a una viñeta de El Roto de principios de 2007 el dictamen más contundente sobre lo que sucedía entonces y que los demás no veíamos.
Fueron muchos y muy notables los casos de corrupción que salían a la luz, unidos muchas veces a ataques al patrimonio urbano y cultural, hasta llegar a un grado máximo de vileza ética y estética. Triunfo, en definitiva, del incivismo y éxito de los trepadores, los corruptos y los enchufados.
Después de relatar sus experiencias visitando y viviendo en otros países de los que dice haber aprendido mucho y que le han ayudado a apreciar lo español, recuerda la incertidumbre máxima que vivimos tras la muerte de Franco y el golpe de estado del 23 de febrero de 1981, con el peligro de perder esa noche lo que con tanta dificultad habíamos ganado en los últimos años. Afortunadamente no sucedió lo peor, la democracia se fue asentando y conseguimos unos notables niveles de bienestar social y libertades públicas antes impensables; si bien deplora que con el paso del tiempo no supiéramos construir lo que más falta nos hacía, una verdadera tradición democrática.
Comprueba que ya en 2012 el estado de alucinación colectiva había terminado y que todo lo que era sólido ya se estaba disolviendo en el aire. Ahora bien, en medio de la quiebra, mientras se mantienen los mismos fastos de siempre (caravanas de coches oficiales, televisiones, fiestas,…) solo se ahorra con decisión en aquello que es fundamental: en escuelas, en profesores, en asistencia sanitaria, en investigación científica.
Después de un lúcido repaso de las últimas décadas, en la tercera parte del libro el autor alerta del peligro de destrucción de lo creado y, por tanto, de la necesidad de continua vigilancia. Hace hincapié en la idea de que construir bien algo valioso cuesta mucho esfuerzo, mucho tiempo, mucho talento y mucha paciencia, en tanto que destruir es rápido y no cuesta prácticamente nada. De ahí, pues, la importancia de no olvidar el valor de la precariedad de lo bueno que se ha conquistado, porque entonces se olvida también la necesidad de su defensa constante. Nada está a salvo, insiste. Los derechos irrenunciables de verdad (la educación, la salud, la seguridad jurídica que ampara el ejercicio de las libertades y de la iniciativa personal) son demasiado valiosos como para dejarlos a merced de la codicia de los intereses privados o de las banderías políticas.
Mientras había dinero –recuerda- nada importaba de verdad ni parecía tener consecuencias; ahora, sin embargo, todo importa entre nosotros. En un aprendizaje que considera saludable entiende que habrá que aprender a aprovechar al máximo bienes escasos y a agudizar el ingenio para sacar recursos de donde parece que no hay. En definitiva, aprender de los errores y evitar repetirlos.
Pese a todo lo sucedido, desmiente pronósticos fatalistas al tiempo que hace una llamada entusiasta a una civilizada rebelión cívica cimentada en una serie de premisas. A saber: control y petición de cuentas a los políticos, escrupulosa gestión del gasto público, acuerdos que ahorren el desgaste de la confrontación inútil, unión de fuerzas, aceptación verdadera del otro, empezando con una rebaja general y limitada de las identidades; desoír la palabrería y comprobar los hechos, que son los que verdaderamente hablan por nosotros. Esfuerzo colectivo, en suma, de vigilancia reivindicativa y de responsabilidad, de activismo público y honestidad privada.
Sin perder nunca de vista que no hay sitio para la certeza, para ninguna certeza. Nada es tan sólido –concluye- que no pueda desvanecerse mañana mismo en el aire. Nada es tan inverosímil que no pueda suceder.
Tan solo añadir para terminar que se podrá estar de acuerdo o disentir, en todo o en parte, del contenido del libro, pero entiendo que resulta tremendamente útil para reflexionar y, aparte del disfrute que supone leer tan magnífica prosa, destacaría mi impresión de que está escrito con la mayor sinceridad y honestidad, sin rehuir –lo que cabe subrayar por lo poco frecuente que es- la propia autocrítica.

Para mí, desde luego, estamos ante un libro de indispensable lectura.

30.05.2014: Presentación de la novela VENGANZA de John Banville:
 (por Mayca Mondrego)



OSCAR WILDE
“EL ABANICO DE LADY WINDERMERE”

Oscar Wilde nació en Irlanda en 1854 de padres de clase alta y recibe una educación de acuerdo con su rango social. Su madre, Lady Wilde, con quien siempre mantuvo una estrecha relación, era poeta y traductora, y su padre, Sir William Wilde,  un reputado cirujano que introdujo en Irlanda técnicas modernas de tratamiento de los ojos y oídos. Sir Wilde tenía aficiones arqueológicas y llevaba a Oscar en sus descubrimientos de restos de la antigüedad, que hoy se exhiben, debidamente clasificadas, en el Museo Nacional de Irlanda. También recopiló supersticiones y leyendas populares que de otro modo tal vez se hubieran perdido. Como muchos de sus pares, engendró tres hijos ilegítimos, que Oscar tuvo ocasión de conocer.  Su madre fue tomada como modelo por el autor  para alguno de los personajes de sus comedias. Oscar la recordó cuando en “La importancia de llamarse Ernesto” Lady Bracknell pregunta “¿es esa tal señorita Prism una fémina de aspecto repugnante y lejanamente emparentada con la educación?”. El reverendo Chasuble responde indignado: “Es la más educada de las señoras y la imagen misma de la respetabilidad”. “Evidentemente, hablamos de la misma persona”, responde Lady Bracknell.

En 1874 llegó a Oxford, después de terminar sus estudios en el Trinity College de Dublín. Uno de sus profesores le dijo: “No es usted lo bastante inteligente para estar entre nosotros. Lo mejor es que se largue pitando a Oxford”

En Oxford permaneció durante algo más de cuatro años, donde se licenció en lenguas clásicas. Su estancia en Oxford le hizo estar inmerso en una sociedad que le llevó a  frecuentar a los intelectuales del momento.  Su acento de Dublín desapareció para dar lugar a un inglés claro y elegante, que llegó a asombrar a Yeats y a otros después. Se vestía como un dandy. Su refinamiento de la palabra y su forma de comportarse eran fruto de esa corriente esteticista representada por dos antagonistas, Ruskin y Pater, este último alumno del primero. Pater afirmaba que puesto que la vida es un flujo de actos momentáneos, debemos cultivar al máximo cada momento, teniendo por objetivo, “no el fruto de la experiencia, sino la experiencia misma”. Esta frase más tarde la plagiaría  en su “Retrato de Dorian Gray”. Ruskin mantenía que la moralidad jugaba un papel fundamental y que la belleza debía estar asociada al bien. Lo que para Ruskin era vicio aborrecible, para Pater era hedonismo seductor. Oscar preconizaba la tesis de la superioridad del Arte sobre la Naturaleza. Hacía gala de rebeldía ante sus superiores y le divertía atentar contra la autoridad.

A lo largo de su vida, siempre se debatió entre diferentes tendencias. Entre corrientes estéticas y corrientes religiosas. Estuvo a punto de convertirse al catolicismo, pero una visita a Roma le hizo acabar con sus dudas: Entre el amor por las mujeres y el amor por los hombres. Desde sus días de Oxford hubo ambigüedad en sus inclinaciones sexuales. Estuvo prometido con quien más tarde sería esposa de Bram Stoker, autor de “Drácula”. Se casó y tuvo dos hijos, pero eso no le distrajo de otro tipo de relaciones. En sus relaciones con mujeres contrajo la enfermedad maldita de la época, la sífilis, que contribuyó a su muerte a una edad muy temprana.

En 1990 conoció a un joven llamado Lord Alfred Douglas, iniciando una apasionada relación. En una Inglaterra puritana, con una doble moral que admitía todo tipo de comportamientos, siempre que se hiciera en la clandestinidad, chocó con la “moral oficial” Hubo un juicio incoado por el marqués de Queensberry,  padre de Lord Alfred Douglas, en el que fue condenado a dos años de cárcel, en Reading,  por conducta escandalosa. Este marqués fue el que estableció las normas del boxeo tal como se conoce hoy. Habría que preguntarse si tener que asumir el hecho de tener un hijo con tendencias “anormales” cuando no hay nada más viril que el boxeo, no influiría en el encono que profesaba a Wilde.  En “Die profundis”, Oscar escribe desde la cárcel una larga carta a su amante reprochándole el olvido al que se ve sometido, cuando en la época de su relación era “Bosie” quien imponía su presencia, sus caprichos, incluso impidiendo a Wilde que siguiera escribiendo, logrando absorber su vida entera. Esta carta nunca fue enviada, ya que no se trataba de un mensaje familiar.

En 1997, dejó la prisión y se trasladó a Francia, donde murió en 1900, arruinado y viviendo de la caridad de sus amigos.

Fue admirado y denostado en igual medida. La sociedad retratada por él en sus comedias no podía sino rechazarle, ya que se comportaba con total libertad, contraviniendo toda norma de conducta, basada en un comportamiento estricto, en una moralidad oficial. En su novela “El retrato de Dorian Grey” vemos ese comportamiento dual: las mismas personas que se regían por unos códigos establecidos, los dejaban de lado en el momento en que se sumergían en esa sociedad tan ajena a ellos.

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La comedia inglesa, después de una gran popularidad en el siglo XVII y comienzos del XVIII, con autores que gozaron de gran prestigio, como William Wycherley, Richard Brinsley Sheridan, y John Gay, declinó debido a un cambio en los gustos de una sociedad burguesa, que favorecía obras de un carácter más sentimental y moral. En la época victoriana no se habrían permitido este tipo de comedias y es solo a finales del XIX cuando este tipo de teatro vuelve a tener éxito, aunque con un tono más ligero e ingenioso.

Oscar Wilde, un autor ya muy reconocido a través de numerosas obras que incluyen relatos cortos, poemas, ensayos y su muy famosa novela “El retrato de Dorian Gray”, escribe unas cuantas comedias en las que brilla todo su ingenio. En ellas retrata una clase social en la cual se mueve, haciendo un análisis descarnado de ella, pero de una manera inteligente y aparentemente superficial. Las más representadas hasta nuestros días son: “La importancia de llamarse Ernesto”, “El abanico de Lady Windemere” y “Un marido ideal”. Un dato curioso es que mientras se estaba juzgando al autor por conducta deshonesta, su obra “La importancia de llamarse Ernesto” se estaba representando en uno de los principales teatros de Londres. La obra no se suspendió, pero sí se borró el nombre del autor.



Otros autores contemporáneos que contribuyeron al éxito de la comedia fueron Bernard Shaw y los hermanos Gilbert and Sullivan. Estos últimos caricaturizaron a Oscar Wilde en una de sus obras, lo que viene a corroborar aquello de: “Lo importante es que hablen de uno, aunque sea bien”. Más tarde Noel Coward seguiría sus pasos.

Su comedia “El abanico de Lady Windermere” es un retrato de esa sociedad puritana, tan victoriana. El mal y el bien perfectamente delimitados, sin espacio para el compromiso, que entra en conflicto cuando se introduce un elemento que obliga a los personajes a replantearse unos códigos de conducta esculpidos en mármol. Hoy nos puede parecer que trata de un tema pasado de moda, pero sigue vigente cuando nuestras ideas son puestas en conflicto con situaciones puntuales. (HABLAR DE PODEMOS, SI VIENE AL CASO)

Por último, he aquí algunas de esas frases llenas de ingenio que le hicieron famoso:

“Sólo podemos dar una opinión imparcial sobre cosas que no nos interesan, sin duda por eso mismo las opiniones imparciales carecen de valor”

“Perdona siempre a tu enemigo. No hay nada que le enfurezca más”
“Las preguntas no son indiscretas, más a veces sí lo son las respuestas”

“Cualquiera puede simpatizar con las penas de un amigo; simpatizar con sus éxitos requiere una naturaleza delicadísima”

“Hay pecados cuya fascinación está más en el recuerdo que en la comisión de ellos”

“Experiencia es el nombre que damos a nuestras equivocaciones”

Alicante, 25/01/11 (Revisado 29/05/14)


04.04.2014: Presentación de la novela VENGANZA de John Banville:

(por Pilar y Mayca Mondrego)





JOHN BANVILLE / BENJAMIN BLACK.

John Banville es el último de una larga saga de escritores en lengua inglesa de origen irlandés,  que incluye a escritores de la talla de James Joyce, Bernard Shaw, Oscar Wilde, Yeats, Becket, entre otros. Un amigo inglés me contestó a la pregunta de cual era la razón de que hubiera tantos irlandeses en el Olimpo de las letras inglesas, que podría deberse a que Irlanda es un país en el que abundan los cuentos, un folklore rico en seres míticos, un idioma propio, en historias contadas al calor de la lumbre en un entorno aislado por la dureza del clima y por una historia de guerras y conquistas de una libertad que tardó mucho tiempo en ser una realidad. Me hizo recordar en cierta medida a Galicia, donde se dan muchas coincidencias climáticas y con fuerte arraigo de leyendas propias.

Nace en Irlanda en 1945, dentro de una familia fervientemente católica, especialmente su madre, como por otra parte la mayoría de las familias en su entorno. Estudió en un colegio católico, conservador, en una Irlanda no muy lejana de la actual, en la que la Iglesia controlaba todo, incluso la política (¿nos suena?). Esta atmósfera le animó a  dejar todo aquello atrás, y renunció a ir a la universidad, cosa que más tarde lamentaría: dice que perdió cuatro años de borracheras y enamoramientos. Empezó a trabajar como empleado en Air Lingus, la Compañía Aérea irlandesa, lo que le permitió viajar a muy bajo precio por Europa, especialmente a Grecia e Italia. Después de pasar un par de años en EE UU, donde conoció a su primera mujer, regresó entró a trabajar en el “Irish Press, donde llegó a ser subdirector. A su cierre pasó a trabajar en el “The Irish times, donde llegó a ser jefe sub-director.

Conoció a su mujer, Jane Dunham, durante su estancia en California, con quien tuvo dos hijos y de la que se separó. De su actitud mientras estaba en proceso de creación decía que era “como un asesino recién llegado de uno de sus asesinatos especialmente sangrientos “. Actualmente vive con Patricia Quinn, siendo padres de dos hijas.

Actualmente es considerado uno de los más prestigiosos escritores en lengua inglesa, dueño de una prosa a la que desea dar la densidad y precisión de la poesía: ha ganado premios literarios como el Broker Prize en 2005 por “El mar”, el Franz Kafka en 2011, el Austrian State Prize for European Literatura en 2013. Hoy es considerado un firme candidato al premio Nóbel, heredero de Proust con rasgos de Nabokov.

En sus primeros años como escritor, Banville admite que intentaba imitar a Joyce en sus “Dublineses” por su manera de describir la vida real, aunque también admite que todo escritor irlandés se siente influenciado por Joyce y Beckett. Sus críticos de ese período apuntan que su prosa tiene reminiscencias de Henry James, opinión con la  que Banville está completamente de acuerdo, admitiendo la influencia de este escritor.   

Bajo la firma de John Banville, se trata de un escritor que medita cada una de sus frases, es un trabajo arduo, sosegado, en el que cada día debe enfrentarse a los errores cometidos el día anterior. Cada uno de sus libros supone años de trabajo, y después de su publicación de uno de sus libros, confiesa no leer las críticas, ya que él sabe mejor que nadie dónde radican sus posibles errores y carencias.

En 1989 fue uno de los finalistas para el Broker Prize, un prestigioso premio literario. No fue ganador, lo que dio lugar a algún debate acalorado sobre esto, lo que le valió que en algunos círculos oficiales se le definiera como “el perfecto caballero-canalla”: Atildado y suave en las formas, pero con un discurso ácido y sarcástico que despertaba cierta animadversión

 Con su pseudónimo Benjamín Black, descubrimos a un nuevo Banville, éste como escritor de novela negra. Donde una novela firmada por John Banville le lleva algunos años terminarla, como Benjamín Black se ve arrastrado por la historia y solo le lleva algunos meses. Puede parecer que la calidad de la escritura se resienta, pero ello no es así. Su maestría descriptiva, su humor cáustico y frío casa muy bien con su personaje estrella, el doctor Quirke y el inspector de policía Hackett. En estas novelas retrata una sociedad conservadora, en la que ocurren dramas y asesinatos que se resisten a salir a la luz, especialmente cuando los hechos transcurren en familias burguesas. Hoy damos una pequeña reseña del título que hemos elegido, “Venganza”.

Preguntado cómo puede conciliar esa ambivalencia  y de cual de ellos se siente mas próximo, si de Bamville o de Black, el escritor responde que son dos maneras de trabajar completamente distintas, dice. Para justificarse dice que todos tenemos múltiples personalidades e interpretamos el papel que nos toca en cada momento. La convivencia de dos escritores a la vez me resulta fácil,  ya que durante 35 años durante el día era escritor y por la noche periodista.  Era la misma persona pero con distintos roles. Y eso, ser dos tipos de escritor tan diferente si que era complicado, porque trabajando como periodista tienes que ser normal, mientras que en la soledad de tu casa no necesitas fingir nada.

Para intentar explicar cómo hace para escribir de forma tan diferente siendo la misma persona,  dice que escribe en mesas distintas cuando es uno u otro. Siendo Black escribe directamente en ordenador. Bamville no puede hacerlo de este modo porque es demasiado rápido. Banville necesita la pluma, Black la pantalla. Eso significa por supuesto que Black está mucho más cerca del siglo XXI que Banville.

Para John Banville, considerado por algunos críticos como “el mayor novelista vivo en lengua inglesa” vivir quiere decir caer, esconderse, huir, perderse. Así les ocurre a los protagosnistas de sus obras: El libro de las pruebas; Athena; El intocable; Eclipse.

Este escritor que dirige desde hace muchos años las páginas literarias de The Irish Times, vive en la punta norte de la bahía de Dublín, junto a los míticos lugares joycianos, y que se sitúa entre Joyce y Beckett, aunque destaca la influencia de Nabokov, Hay algo en su escritura que recuerda-pese a la diferencia de temas y estilos- a Joseph Conrad por su capacidad de hacer comprender cosas como el valor, la fidelidad, el amor, mediante el relato de historias de vileza, traición e infamia.

Ironista consumado, Banville tiene además ese don infrecuente: la capacidad de conmover. La carga emocional de su prosa es inclemente con el lector; produce vértigo y exaltación, risa y aflicción.

Y aquí terminaría yo la presentación de Bamville, el autor de al menos 18 obras, acreedor de numerosos premios y distinciones, reconocido sobretodo en lengua inglesa pero también  en español, ya que gran número de sus obras (por no decir todas) han sido traducidas.

Y ahora pasamos a describir a Benjamin  Black, el autor de novela negra que es el género que queremos abordar en esta Tertulia.



Sobre la novela negra y su importancia en la literatura  se ha hablado ya en esta Tertulia en diferentes ocasiones. Mayca lo hizo  en su día, donde citó a  no pocos escritores de este género. Mas recientemente fue Joaquín en su presentación de “Con el agua al cuello” de Petros Márkaris, en cuya página de presentación figuran útiles y provechosas páginas sobre el género y sus autores.

Dice Benjamin Black que el irlandés odia el verano, y que  él combate el tedio estival escribiendo novela negra. Ya ha escrito seis, cinco ambientadas en el Dublín de los años 50 y protagonizadas por Quirke, un patólogo solitario y bebedor, acompañado por Hackett, un inspector de policía algo escéptico. Nos presenta un Dublín de los años 50, con una sociedad provinciana, en la cual las familias influyentes se creen a salvo de la justicia, que como en todas partes disfruta de una cierta inmunidad.  La literatura negra de hoy es cada vez mas violenta, más sangrienta, dice Black. Es hora de volver a la caballerosidad, el honor, a una violencia educada, así pues Quirke es simplemente un hombre curioso.

El autor dice en una entrevista que está muy orgulloso de los libros de Black, para los que le bastan tres meses para terminar sus noveles, en contraste con las obras de Banville en las que tarda entre tres y cinco años antes de poner el punto final.  Black, dice, es un artesano, Banville un artista.

Recientemente, en Babelia, en el suplemento de los sábados de El País, se publicó un artículo sobre el escritor titulado “Piezas de artesanía”, en el que se dice que John Banville ha adoptado una tercera personalidad para escribir su última obra “La rubia de ojos negros”, novela que firma su “alter ego” Benjamin Black y que recupera el espíritu de Raymond Chandler, escritor americano de novela negra.

Para muchos es un enigma que un escritor reputado como es John Banville se preste a escribir esta novela. Dice que si alguien le hubiera sugerido hace veinte años escribir algo así , su reacción habría sido preguntar si estaba loco el que  se lo proponía,,pero ahora, argumenta, tiene una edad  en la que necesita probar cosas  nuevas para no marchitarse, para no consumirse.” Me divierte y estoy en un momento en el que me puedo permitir asumir riesgos, hacer estupideces”.El propio Chandler, George Simenon, James M. Cain  y  Richard Stark son los padres de Benjamin Black. Para los amantes de la novela negra, Raymond Chandler pertenece al tiempo atemporal de los mitos, de donde ahora lo rescata  John Banville alias Benjamin Black

Sobre los mitos Banville dice que tienen la gracia de la resurrección incesante y fabulosa: inmortales griegos, bíblicos, evangélicos, artúricos y caballerescos, dráculas, tarzanes y peterpanes, Sherlock Holmes y James Bond, Poirot y Maigret. Toleran la repetición sacralizadora pero también la broma y el pastiche. Los recreadores de mitos  no son ladrones de cadáveres, sino de seres vivos que reviven sin fin-

En las obras de Benjaminn Black sus historias están muy próximas a las de  Raymond Chandler o Dashield Hammet; apenas cambia los Angeles por el Dublín de los años 50.

John Bamville dice en una de sus muchas entrevistas, algunas de las cuales aparecen  citadas en el Blog para su consulta. “Banville es un artista, Black un artesano. Estoy muy orgulloso de los libros de Black, en cambio, mi relación con los libros de Banville es muy complicada, tan oscura que apenas alcanzo a entenderla. No entiendo por qué los odio tanto. Para ser un artista, para hacer una obra de arte, debes gozar de libertad absoluta  para hacer lo que te venga en gana, y cuando escribes novela negra, en ella siempre debe haber un crimen. Eso restringe bastante tu libertad. Por eso creo que el género policiaco nunca podrá elevarse a la categoría de arte.

VENGANZA

Durante mucho tiempo, la novela negra ha sido considerada como literatura de segunda clase, excelente para pasar el rato pero no para ser tomada en serio.

Afortunadamente, actualmente esa opinión ha cambiado totalmente, y es sorprendente el número de escritores que son ávidos lectores de este género. Lo cierto es que como alguna vez ya se ha dicho en esta Aula, no hay género de segunda clase. Hay buena y mala literatura, cualquiera que sea el tema elegido para desarrollarla.

Benjamín Black es un escritor brillante, tanto bajo esta firma como cuando firma John Banville, su verdadero nombre. Aprovecha este género como un divertimento, pero su maestría es evidente, se despliega en cada una de sus páginas. Su personaje principal, el doctor Quirke, es un patólogo, y a través de este personaje nos hace una disección de la sociedad del Dublín de los años cincuenta, con sus hipocresías, sus dramas. Una sociedad cuyos miembros preeminentes esconden sus miserias, con poder para ello.

Como dice Black, en toda novela negra hace falta un cadáver, y en la que hemos elegido leer, “Venganza” éste se nos presenta en las primeras páginas. A partir de ese momento nos presenta una familia adinerada, con personajes tremendamente complejos, en los que no abunda la relación familiar, en los que la lealtad es más importante que el amor. Las relaciones se asientan más por razones comerciales que personales. Su manera de describir está llena de poesía “la casa se estiraba y crujía bajo la luz del nuevo día” y su descripción de personajes es realista pero no hiriente. La viuda del muerto, su hermana, los gemelos.. y no nos olvidemos del colérico padre, incapaz de un gesto amable. De la madre de Davy, Sylvia, nos dice “: su pelo era rubio, o quizá más gris que rubio, y estaba recogido en un moño del que habían escapado algunos mechones rebeldes. Pensó que aquel era el máximo desaliño que esa mujer se permitiría, pues no parecía la clase de persona que se mesa los cabellos”

Se disfruta con cada página, y como dicen los ingleses, es un “page turner”, o sea que no se puede dejar de leer hasta el final  

Alicante, 02/04/14


Para quien este interesado en conocer mas profundamente a John Banville, existe en Internet numerosa información en relación a su persona y obra. Aquí he recopilado algunas páginas que me han parecido interesantes sobre entrevistas que se le han realizado en nuestro idioma,


John Banville con  Rodrigo Fresan (Entre vista)

Entrevista digital con John Banville en el País.

John Banville en ABC: “Me avergüenzan mis novellas”.


Maestro de la primera persona según la revista Ñ de Caalrin.com.

04.04.2014: LA NOVELA NEGRA:

Nuestra compañera Mayca nos envía este trabajo previo a la presentación de la NOVELA NEGRA.
LA NOVELA NEGRA

En la película “El tercer hombre” basada en un guión de Graham Greene, un escritor que escribió algunas novelas excelentes de espionaje, la última escena transcurre en la red de cloacas de Viena.

La novela negra con frecuencia nos lleva a través de las cloacas de la sociedad, un mundo con el que no entramos en contacto, igual que no bajamos a las cloacas de nuestras ciudades. Este es un mundo del que solamente sabemos a través de la noticia de algún asesinato, que enseguida desaparece de la actualidad sustituido por otras, quedando ésta sumidas en esas cloacas.

Hablar de novela negra no quiere decir hablar de literatura de segundo orden. Solo debemos hablar de novela, y ésta puede ser buena o mala. Solo al elegir un tema determinado se le podrá adscribir al llamado  “género negro”. 

Los escenarios de estas novelas han cambiado con el tiempo. En los años treinta del siglo pasado,  en Norteamérica las historias de detectives reflejaban una sociedad corrupta, ambiciosa; una sociedad en la que todo valía para la consecución de sus fines. Escritores de la talla de Dashiell Hammett, Raymond Chandler, James Ellroy, Ed McBain crearon unos detectives que nos ayudaban a comprender esa realidad. Eran personajes desengañados, pesimistas. El cine nos ha permitido que detectives como Sam Spade, Philip Marlowe, cobren presencia física. Son jugadores solitarios,  con contactos en los bajos fondos,  en esas cloacas en las que se mueven a sus anchas, donde todo se compra y se vende. Otro tema esencial en este género de novela es la corrupción policial y política, tan entremezclada que es  difícil saber dónde están los límites. En ellas hay héroes y villanos, no tan alejados de los héroes de otros siglos, que dedicaban su vida a luchar contra los opresores.

El tema de la mafia merecería capítulo aparte, dadas las circunstancias especiales que contribuyeron a su auge, en la época del la “Ley seca”. Los Al Capone, Dillinger y otros no hubieran podido existir si esta ley no hubiera dado base a un comercio que manejaba ingentes cantidades de dinero, lo que permitía la compra de voluntades en estamentos de la judicatura y policial. La violencia que marca estos años de la sociedad hace que la acción sea un rasgo predominante en la novela norteamericana, lo que la diferencia en gran medida de la novela del mismo género a este lado de Atlántico, Europa.

Europa no puede ser considerada como una entidad homogénea, y la literatura refleja esta diferencia. Cada período se refleja en la literatura de una manera determinada, y el género que nos ocupa no es una excepción. Diferentes épocas, diferentes realidades: La novela inglesa, de gran tradición, ha evolucionado desde el S-XIX, donde la historias se mezclaban con la fantasía –en “La dama de blanco”, una novela típicamente victoriana de Wilkie Collins,  mezcla la realidad con alguna aparición sobrenatural –, a la realidad actual, mucho más prosaica. Arthur Conan Doyle, creador de Sherlock Holmes, en alguno de sus relatos hace alguna incursión en algún tema de fantasmas, aunque siempre solucionados de manera realista. Por cierto, Arthur Conan Doyle, en sus últimos años, estuvo dedicado casi en exclusiva a la divulgación de la existencia de hadas.

Uno de los escritores ingleses apenas conocidos en nuestro país es Dorothy Sayers. Una escritora de una cultura vastísima, crea un detective, Lord Wimsey, cuyo hobby es solucionar casos de difícil solución, y ello a través de la idea de Aristóteles de que “siempre se debe preferir lo imposible probable a lo posible improbable”. Aristócrata, no está presionado por necesidades económicas y dispone de todo el tiempo necesario para la resolución de sus casos. Tiene un ayudante, su mayordomo, que le ayuda a seguir una línea de pensamiento, esencial para su trabajo. En esto hay un paralelismo con Conan Doyle, cuyo detective, Sherlock Holmes dispone de Watson para ayudarle a pensar, al hacerlo en voz alta.  Edgar Allan Poe, en su relato “Los crímenes de la calle Morgue” pudiera haber servido de ejemplo, ya que en ese relato también tiene alguien con quien razonar las dificultades que presenta un crimen al parecer insoluble.

Otra peculiaridad de la novela inglesa es que tiene un mayor número de mujeres escritoras dedicadas a la literatura policíaca, y en eso también sigue una línea paralela a la literatura inglesa en general. Pocos países pueden presentar un plantel de mujeres escritoras de gran éxito a través del tiempo, como las hermanas BrontéGeorge Eliot, Jane Austen, etc. En la actualidad P.D. James, Ruth Rendell son dignas representantes actuales de la literatura, en la que el tema elegido puede desanimar a escépticos conocer a estas excelentes escritoras.

El Continente, como gusta a los ingleses denominar al resto de Europa, tiene sus propias realidades, y sus propios escritores. En Francia, pese a ser belga, el escritor más conocido es Simenon, cuyo alter ego, el comisario Maigret, tiene la capacidad de ponerse en el lugar del culpable, siguiendo la línea europea de tratar de saber “por qué” alguien ha cometido determinado delito, no tanto el “cómo”. Fred Vargas es una escritora francesa actual, de una gran cultura, con un tratamiento original del género.

La diversidad europea se refleja en sus diferentes escritores. Henning Mankell, un escritor sueco de gran popularidad, a través de su personaje Kurt Wallander retrata una sociedad que considera en franca decadencia, donde los valores tradicionales han perdido vigencia, donde la globalización traspasa fronteras, y por ende los delitos con los que se encuentra. Aquí también encontramos a un personaje desencantado, divorciado, con una hija con quien mantiene una relación difícil, que nos recuerdan algo a Sam Spade o Philip Marlowe, personajes de los años treinta en Norteamérica. Stieg Larsson es el último autor de éxito de la novela sueca.

En Italia, más que en la mayoría de los países europeos, la novela policíaca cubre los temas que no se tratan en las comisarías. La mafia está tan imbricada en el Estado que es difícil, si no imposible, investigar cualquier delito sin que aparezcan los cortafuegos erigidos como salvaguarda de estamentos intocables. Autores como Leonardo Sciascia hicieron incursiones en los años duros de las Brigadas Rojas, pero hay cosas que no deben cambiar y cualquier método es válido para que esto sea así.  Andrea Camilleri, un autor siciliano, nos muestra una sociedad en la que la mafia, la política, el dinero, los lazos familiares son tan fuertes que suponen un frente contra el que cualquiera puede estrellarse.

En España la novela negra es un fenómeno relativamente reciente, y todavía no resulta fácil leer a nuestros autores, haciendo quizá una excepción con Vázquez Montalbán y su detective Carvalho. Como anécdota hay que decir que el personaje estrella de Camilleri, el autor siciliano, lleva el nombre de Montalbano, en homenaje  al escritor español. Otros escritores españoles que merecen ser más leídos son Juan Madrid, Andreu Martín, Lorenzo Silva, entre otros.

¿Y qué decir de Francisco García Pavón? Premio Nadal en 1970, fue el creador del primer detective en la literatura española. Se trata de Plinio, jefe de la Policía Municipal de Tomelloso. Echando mano del sentido común, el menos común de los sentidos, resuelve casos que al principio, como tan frecuentemente ocurre, parecen insolubles.

Hay otros países, otros autores, que no se han tratado en este artículo, pero bien por falta de espacio o de mayores conocimientos no lo hacen posible.

El cine ha sido, y es, un gran divulgador de este género, pero su extensión no permite prestarle aquí la atención que se merece.

La conclusión es que la novela negra debe ser tratada como lo que es, literatura, y como tal, clasificada entre buena o mala, y no eliminada a priori. Habrá que leer a los clásicos del género para poder apreciar en su valor la actual.   




Mayca Modrego

24 febrero 2009




07.03.2014: MI VIDA QUERIDA de ALICE MUNRO
(Presentación María Verdú)

 


PRESENTACIÓN ALICE MUNRO: Premio Nobel de Literatura 2013

Minuciosa, sutil, poética, capaz de captar todas las facetas de la naturaleza humana y hasta de parecer cruel. Así se disfruta la literatura de Alice Munro, sin duda a la altura de la celebridad que implica la obtención del Premio Nobel de Literatura. "Maestra de los cuentos cortos contemporáneos", la definió la Academia Sueca. Con eso todo quedó dicho.

Por primera vez el Nobel de las letras viajó a Canadá. Lejos del Japón de Haruki Murakami, uno de los favoritos, pero cerca de Estados Unidos, tierra de otros firmes candidatos como Philip Roth.

La Academia le otorgó el Nobel por su delicado arte de narrar, su claridad y su realismo psicológico. "Es fantástica para describir al ser humano", fundamentó el jurado, y recordó que en Canadá más de una vez la compararon con Anton Chéjov. Junto a su amiga Margaret Atwood conforman la primera línea de la literatura femenina de su país.

 No fue una sorpresa la elección de Munro. Joyce Carol Oates figuraba también entre las candidatas. La sensación de que el Nobel podía rumbear hacia América del Norte estaba firme, teniendo en cuenta la rotación de continentes que viene siguiendo la Academia sueca a la hora de adjudicar el premio. Fue Asia el año pasado (el chino Mo Yan), Europa en 2011 (el “local” Tomas Transtromer) y América Latina en 2010 (Mario Vargas Llosa).

Desde hace medio siglo Munro viene configurando una literatura de la cotidianeidad con forma de relatos breves, aparentemente simples en su estructura, densos en el tratamiento de personajes fácilmente reconocibles y queribles. Se la considera pionera y eximia representante del realismo moderno canadiense. Junto a Margaret Atwood constituyen el pilar de las letras femeninas de su país.

El Premio Nobel de Literatura supone uno de los eventos más importantes del calendario literario anual y su fallo es seguido por millones de personas. Su relevancia convierte a los autores premiados en referente durante varios meses y ayuda a la difusión de literaturas minoritarias o poco conocidas. Es, sin duda, uno de los mayores reconocimientos posibles a la carrera literaria de un escritor.

Maestra de los relatos cortos contemporáneos, la escritora canadiense obtuvo el galardón a los 82 años. Sus personajes suelen ser mujeres marcadas por la dureza del día a día, seres atribulados y queribles. El año pasado había anticipado que no volverá a escribir y subrayó que el Nobel no la hará cambiar de parecer. Ella sirve de inspiración para cuentistas de todo el mundo.
Trece mujeres recibieron el Nobel de Literatura. La sueca Selma Lagerloef fue la primera, en 1909.

BIOGRAFÍA

Alice Ann Munro, de nacimiento Alice Ann Laidlaw nació el 10 de julio de 1931 en Wingham, Ontario, en el seno de una familia presbiteriana de una ética estricta. Hija de una profesora y un granjero, se crió en un ambiente austero que años después definiría, en gran medida, la brillante sencillez de su obra.

Cursó estudios de periodismo y filología inglesa en la Universidad de Western Ontario pero los abandonó para casarse y ser ama de casa. Conoció en la Universidad de Western Ontario a James Munro, con el que contrajo matrimonio en 1951 y se trasladó a Vancouver. Vivió veinte años en la Columbia Británica. Tuvo su primera niña a los 21 años, y en 1963, cuando ya era madre de tres hijas, se trasladaron a Victoria, donde regentó junto a su marido la librería Munro's Books. Divorciados en 1972, regresó a Ontario donde fue nombrada escritora-residente en su antigua universidad. Volvió a casarse en el año 1976, con Gerald Fremlin.

El 10 de octubre de 2013 fue galardonada con el Premio Nobel de Literatura, la decimotercera mujer en obtener el galardón más importante de las letras universales y la primera de Canadá. La Academia destacó su trayectoria como "maestra del relato corto", así como su "armonioso estilo de relatar, que se caracteriza por su claridad y realismo psicológico". Además recibió en 2009 el Man Brooker y fue finalista del Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2011.

Varias veces candidata al Premio Nobel de Literatura, el universo de Alice Munro está habitado en su mayoría por protagonistas femeninos, mujeres fuertes que, bajo una apariencia de lo más apacible, esconden sentimientos y emociones secretas.

Ella misma podría haber protagonizado alguno de sus cuentos, ambientados siempre en pequeñas localidades de la provincia de Ontario (Canadá).

Alice Munro, que en sus relatos sabe describir con detalle el tipo de cosas que un matrimonio no puede hacer tras la llegada de un hijo, se cuenta entre las escritoras y escritores condicionados por el llamado pram in the hall. La frase fue acuñada por Cyril Connolly (Enemigos de la promesa, 1938): There is no more sombre enemy of good art than the pram in the hall. (No hay enemigo más sombrío del buen arte que el cochecito en el hall).

A este respecto, es interesante la respuesta que Munro ofrece en la entrevista realizada por Juana Libedinsky (“Munro con las mujeres”, en La Vanguardia, 27-5-2009.
¿Es muy distinta la escritura de cuentos de la de novelas? No tengo la menor idea. Adoraría escribir ahora una novela, pero el cuento es la forma en la que me siento cómoda. Siempre pensé que iba a ser novelista. Me decía que, cuando crecieran mis chicos y tuviese más tiempo, iba a hacerlo. El cuento estaba determinado por las siestas de mis hijos. Pero resultó que esa fue la manera en la que aprendí a escribir y ya no pude hacer otra cosa. Igual debo aclarar que las novelas que más me gustan son las cortas.” 

OBRA LITERARIA

Fundamental en el realismo moderno literario de su país. Autora de mundos corrientes que tras su serenidad esconden tormentas afectivas y sentimentales a punto de desatarse. Dedicada a la literatura a los 30 años, con cuentos y relatos que vendía para la radio pública canadiense  CBC donde, gracias a los esfuerzos de los jóvenes fundadores, se leían (y pagaban) los textos de escritores nacionales, aunque se inició en el mundo de los relatos  antes de cumplir 20 años tras publicar "Las dimensiones de una sombra" (1950), en una revista de estudiantes.

Logró un gran éxito con su primer libro de relatos, “Danza de las sombras felices”  (1968), por el que consiguió el Governor General's Literary Award, premio que volvió a ganar con “¿Quién te crees que eres?” (1978) y “El progreso del amor”  (1986). Por su segundo libro de relatos, “Vidas de chicas y mujeres” (1971), le concedieron el Canadian Bookseller Award.

También escribió los relatos “Something I’ve Been Meaning to Tell You”(Algo que he querido decirte) (1974). Posteriormente editaría colecciones de relatos como “The Beggar Maid” (La criada mendiga) (1978), “Las lunas de Júpiter” (1985),  que The New York Times calificó  como uno de los mejores del año y “Amistad de juventud y Secretos a voces” (1994). Logró reconocimiento con los relatos de “Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio” (2001) y después con los de “Escapada” (2004). El denominador común de sus narraciones cortas es la localización geográfica en una zona conocida como 'Munro Tract' (el Condado de Munro) y están protagonizadas por personas normales inmersas en situaciones cotidianas.

En su obra “La vista desde Castle Rock” (2006), trata sobre los orígenes de su familia, en parte escocesa, emigrada al Canadá, posteriormente publicó “Demasiada felicidad” (2009). En 2012 aparece otro de sus libros de relatos, “Dear Life”. Aclamada por su fina manera de relatar, caracterizada por la claridad y el realismo psicosocial, algunos críticos la consideran la Chejov canadiense.

De entre la obra de Munro habría que destacar títulos como “La vista desde Castle Rock”, “Las lunas de Júpiter” o “Mi vida querida” (su última antología publicada) donde demuestra su maestría en el relato, campo en el que ha destacado siempre como una de las grandes autoras en lengua inglesa. Ganadora en 2009 del Premio Man Booker, uno de los más importantes de la literatura anglosajona.
Ian Willms (The New York Times)

Cuando Alice Munro publicó su primera colección de cuentos, “Dance of the Happy Shades”, en 1968, la literatura canadiense en lengua inglesa apenas existía. Algunos grandes clásicos —Robert Service, Stephen Leacock, Lucy Maude Montgomery, Mazo de la Roche— habían insinuado la posibilidad de una literatura propia de las ex-colonias de América del Norte, pero faltaba establecer una reconocible (y reconocida) identidad literaria.

Con perseverante determinación, algunos jóvenes escritores de lengua inglesa se lanzaron a la grandiosa empresa de fundar una literatura nacional. Tuvieron que tratar de hacerse visibles a la sombra de dos avasalladores gigantes: Inglaterra y Estados Unidos. Tan menoscabada era su identidad nacional que hasta mediados de los años ochenta todo escritor publicado en inglés debía firmar un contrato en el cual el Canadá aparecía como un territorio perteneciente a uno u otro imperio literario.

Gracias a los esfuerzos de una pequeña banda de amigos —Margaret Atwood, Graeme Gibson, Denis Lee, Alice Munro y algunos pocos más— empezaron a aparecer librerías especializadas en la producción del país, editoriales nacionales como MacLelland & Stewart y Coach House Press, y la Unión de Escritores Canadienses, fundada en 1973.

Para ofrecer una suerte de manual de identidad intelectual a sus conciudadanos, Atwood, bajo la influencia del gran crítico canadiense Norhrop Frye, publicó en 1972 “Survival”, explicando no solo el mito central de su país —el de la víctima que intenta sobrevivir en medio de una naturaleza inhóspita— sino también una guía práctica de lugares donde adquirir libros, películas y discos del Canadá. El grupo consiguió imponer un sistema de becas provinciales y federales, y un apoyo gubernamental a la difusión de obras canadienses.

El genio literario de Munro fue reconocido desde su primer libro, que obtuvo el mayor galardón literario del país, el Premio del Gobernador General
La contribución de Alice Munro a esta empresa intelectual fue menos política y más literaria. El más dinámico promotor de esa generación fue Robert Weaver, quien difundió, aconsejó y apoyó la obra de muchos autores hoy célebres, entre ellos Munro.

Comenzó a publicar sus cuentos con asombrosa regularidad. Cynthia Ozick la calificó de “nuestro Chéjov”: la comparación es exacta, no solo por la destreza con la que Munro construye sus narraciones, sino también porque raramente busca un terreno de exploración más allá de su rincón natal.

Hay cuentistas magistrales (Hemingway, Kipling, Cortázar) cuyo campo de acción es la tierra entera; otros, en cambio (Chéjov, Rulfo, Flannery O’Connor) no buscan viajar más allá de su horizonte físico. A estos últimos, el rincón familiar les basta para analizar, describir y ensalzar la condición humana entera. Para Munro, si bien escribió algunos cuentos que ocurren en otras partes de Canadá, y alguno que otro en Estados Unidos, el mundo se resume a la región sudoeste de la provincia de Ontario, tierra agrícola de sus ancestros inmigrantes británicos y europeos, de un protestantismo duro, condicionado por la versión eclesiástica local llamada United Church of Canada, donde indudables valores morales como la honestidad, la modestia y la perseverancia se mezclan con una suerte de desdén por el éxito público, eso que el novelista Robertson Davies (otro gran escritor de la misma región) llamó Southern Ontario oafishness y que podría traducirse por “torpeza intelectual” de los habitantes de la zona.

Los hombres, mujeres y niños (pero sobre todo mujeres) del mundo literario de Alice Munro se afanan en los pequeños trajines de la vida cotidiana. Nacen, viven y mueren dentro de marcos previstos desde siempre, y si en estos irrumpen (como siempre lo hacen) las sorpresas del azar y de lo casi imposible, nunca sienten que sus tragedias puedan tener ecos universales. Es el lector quien entiende que en la desdicha de una pareja común y corriente se han deslizado las pasiones de Macbeth y de su reina, o los amores imposibles de Lancelote y Ginebra; que en la historia de una mujer al borde de la locura resuena la tragedia de Medea; que la crónica de una traición adolescente relata la misma que pudo sufrir Andrómaca o Ifigenia. No es que tales mitos sean jamás explícitos en los cuentos de Munro, quien rechaza enérgicamente la noción de símbolo o alegoría en su obra, pero hay en sus narraciones una suerte de intuición de algo mucho más antiguo que el trozo de provincia que elije describir. La minuciosa construcción de ese mundo —la exactitud de un gesto de despedida, de una palabra apenas pronunciada, de la forma de una taza o del color de un muro— parecería reivindicar un realismo documentario, una arqueología del presente. Sin embargo, es lo contrario: esa precisión encubre una generalidad ancestral, una verdad válida para todos, un secreto a voces. El lector nunca siente que se trata de un virtuosismo mimético, de color local. Sin duda, los personajes de Munro viven en un lugar y un tiempo precisos, pero también en todos los lugares y todos los tiempos.
“Cuando la conocí, me decepcionó. No quería hablar de literatura, ni mucho menos de su obra; apenas aventuraba un juicio sobre algún libro que había leído, pero raramente sobre un contemporáneo. En cambio, me di cuenta de que observaba cada detalle de la gente que nos rodeaba, los gestos que yo hacía, alguna particularidad del café en el que estábamos. En uno de sus mejores cuentos, “Material”, una escritora sentada junto al lecho de hospital en el que su madre está agonizando no puede impedir pensar cómo utilizará esta escena en un cuento. Imagino que para Alice Munro, así es la vida: un ejercicio de observación de la resignación, la angustia, la felicidad, el dolor de los otros y de ella misma, para después ofrecer a sus lectores esas obras pequeñas maestras en las que todos nuestros mundos están reflejados.” 

INFLUENCIA LITERARIA

Se cita siempre el nombre de Chéjov al hablar de ella, pero ella misma, en alguna entrevista, reconociendo ese magisterio, ha aludido a modelos más próximos, las tres grandes escritoras sureñas del cuento y la novela corta, Flannery O'Connor, Eudora Welty y Carson McCullers. Las tres circunscriben sus ficciones a espacios geográficos muy limitados, muy cerrados, de intensa concentración humana; en las tres la religión rigurosa o fanatizada cobra una relevancia permanente; las tres escriben sobre lo inesperado, lo extraordinario, lo bizarro que puede surgir en medio de las vidas más sujetas a la rutina. Y en todas ellas hay una mezcla muy poco tranquilizadora entre la compasión hacia los pobres y los marginados y el humorismo macabro.

A Alice Munro otra de las aseveraciones habituales sobre su obra que se ve que la impacientan es que escribe sobre gente vulgar. “No son personas vulgares para mí. No pueden serlo cuando tienen deseos tan poderosos y hacen a veces cosas tan extraordinarias”. Lo primero que necesita un escritor en formación son modelos narrativos que le sugieran el modo de dar forma al mundo que tiene delante de los ojos, a aquello que más le importa y que sin embargo no sabe cómo contar. En Welty, en O'Connor, en McCullers, aunque escribieran de un territorio tan ajeno a su provincia canadiense de Ontario como el Sur de los Estados Unidos, aprendió a convertir en literatura los escenarios inmediatos de su propia vida y los episodios relevantes de su origen y de su aprendizaje del mundo. Probablemente el modelo de Faulkner, también un novelista de imaginación anclada en una sola geografía, habría sido demasiado opresivo para ella, demasiado enfático en su ambición ostensible de totalidad. Las historias de Munro se integran las unas en las otras tan orgánicamente como las de Faulkner, pero lo hacen de una manera más sutil, como apenas esbozada, preservando la condición fragmentaria y como tanteadora que es tan propia de ella, y que pareciendo una limitación —la dificultad de completar novelas— es una de sus fortalezas, uno de los rasgos específicos de su originalidad.

En la primera o en la segunda línea de cualquiera de sus historias ya nos hemos adentrado en el territorio Munro, que es topográfico pero también mental: una contemplación de las personas, los lugares y las cosas visceralmente atenta y a la vez algo desasida; un anhelo sordo que puede ser de deseo o de huida o de ambos impulsos a la vez y que cuando llega a cumplirse trae consigo un precio de insatisfacción y remordimiento, de cierta vergüenza de uno mismo. Uno empieza a leer y hacia el principio del segundo párrafo ya se siente encerrado en las mismas trampas que los personajes o arrastrado por el curso de unos hechos que nunca parecen los de una trama organizada de antemano sino los de una fatalidad inusitada.

De un libro a otro la escritura y los temas de Munro parecen mantenerse idénticos, y sin embargo están sometidos a variaciones continuas, aunque no llamativas, a exploraciones narrativas que juegan continuamente con los límites de la elipsis: de qué modo se puede comprimir la máxima duración temporal en menos líneas de relato; hasta dónde se puede llegar retrasando o escondiendo la información central de una historia; cuánto más puede decirse diciendo lo menos posible; desde qué nuevo ángulo o con qué matices se puede contar lo que se lleva contando compulsivamente toda la vida. Parece que Alice Munro mira su comarca natal, su Huron County, como miraba Cézanne cada día su montaña Saint-Victoire, o Giorgio Morandi sus agrupaciones de jarras, botellas, vasos, cuencos. “Para mí es el lugar más interesante del mundo”, dijo hace unos meses en una entrevista. “Imagino que es porque sé más sobre él. Me produce una fascinación ilimitada”. Su último libro, “Dear Life”, termina con un tríptico de estampas muy breves en las que regresa de nuevo a escenarios e imágenes de la infancia. Son páginas tan comprimidas, tan despojadas, que resultan a la vez transparentes y herméticas. Al llegar al punto final casi se toca el espacio en blanco, el silencio de la despedida. 

CRITICA LITARARIA

El escritor Antonio Muñoz Molina sintió hoy "una alegría gigantesca, enorme" al saber que había ganado el Nobel de Literatura la canadiense Alice Munro, una mujer "prodigiosa que tiene la virtud de comprimir el tiempo y la vida en el espacio de un cuento".

"En un cuento de Alice Munro caben novelas completas", aseguró hoy en declaraciones a Efe Muñoz Molina, al que se le notaba que le "entusiasma" la autora canadiense, situada en su opinión "entre los mejores escritores del mundo".

"Es muy raro que haya tanta justicia como se ha hecho hoy", sobre todo porque la nueva Nobel de Literatura es "una persona que tiene tan pocas pretensiones intelectuales, en el sentido de que no es el tipo de escritor que a la gente que rige la moda le llame la atención".
Munro, prosiguió el novelista español, "ha hecho lo que ha querido toda su vida", y eso se nota tanto en sus cuentos de hace cincuenta años como en los de ahora. "Ella ha ido cambiando cuando no le hacían mucho caso y también cuando sí se lo han hecho, y siempre ha ido evolucionando con soberanía”
Muñoz Molina "descubrió" hace unos quince años a la autora canadiense en la revista Weaver,". Allí empezó a leer sus cuentos y, desde entonces, ha leído todo lo que ha publicado. "Lo primero que hago cuando sale un libro suyo es correr a comprarlo", comentaba hoy Muñoz Molina, que no cesaba de repetir: "estoy contentísimo".

"Es el escritor que más confianza me ofrece. Jamás la he visto desfallecer, siempre es extraordinaria, y, además, de una manera tan poco llamativa. Es muy discípula de Chéjov y en sus relatos hay también ese tono en apariencia menor".

Una de las historias "más impresionantes" de Munro es la que dio título a su libro "Demasiada felicidad", una novela corta que trata de la vida de una matemática rusa: "Es como una novela rusa de 500 páginas comprimida en setenta páginas, porque ella tiene la virtud de comprimir el tiempo y la vida en el espacio de un cuento".

El autor de "El jinete polaco" también destacó "esa manera tan sutil" que tiene la escritora canadiense de retratar lo femenino y las relaciones de unas mujeres con otras mujeres, así como la maestría que posee para reflejar "el cambio de los tiempos, lo que ocurre cuando se compara el ayer y el ahora".
"Munro es una mujer que viene de un mundo rural, muy atrasado, y en los años sesenta vivió el gran cambio de las costumbres y de la economía. Al final de su juventud vivió el salto del puritanismo extremo a la liberación sexual, pero no al estilo de los hippies de California sino de una familia de clase media de Canadá”.

Su último libro, "Mi vida querida", "es prodigioso, de una calidad excepcional y en sus páginas se refleja la categoría que Munro tiene como persona y como escritora". "Estoy contentísimo. No me cansaría nunca de hablar de ella ni de leerla", recalcó Muñoz Molina.

María M. Lobo - Licenciada en comunicación, docente.
“Aunque ya los haya leído todos, en mi mesa de luz siempre hay dos o tres libros de Alice Munro. Cuando me recuesto a leer, mi hija de cuatro años suele pedirme que le preste "un libro de la Yeya". Se refiere a los de Alice Munro y a mi abuela porque es cierto: las dos se parecen mucho. Pero no adoro a esta autora por eso sino porque es, ante todo, una militante”.
Ha escrito páginas y páginas para romper con aquello que se entiende por relato y con aquello que se supone que un lector hace con un libro. Su militancia es la de golpear las estructuras narrativas y las experiencias lectoras. No se puede leer a Munro sin sentir que vamos al peligro: porque aunque al parecer nos esté contando siempre lo mismo, ella golpea. Cambia el punto de vista, marca un detalle que revela, lleva la historia hacia lo impensado. Cuando nos damos cuenta de que Munro hizo un pase de magia, es demasiado tarde. Estamos en la historia que ella quiso contarnos.
Golpea porque nos hacemos preguntas. Sobre el destino, sobre el progreso del amor, la muerte, la crueldad, sobre las cárceles de las vidas. "Solemos decir que hay cosas que no se pueden perdonar, o que nunca podremos perdonarnos. Y sin embargo lo hacemos, lo hacemos todo el tiempo", dice al final de "Mi vida querida".

Munro golpea y no podemos escaparle, dejar de preguntarnos. Cuáles son esas cosas, por qué las hacemos, cómo es que nos perdonamos
La 'justicia' del premio es algo que también ha destacado Javier Marías."Si algún escritor vivo merecía el Nobel por encima de cualquier otro era ella", ha asegurado en alguna ocasión. "Munro ha alcanzado en su obra, de una manera muy sobria, grandes cotas de hondura y de emotividad. Sus cuentos son emocionantes", agregaba hoy.

En una época, subraya Marías, en la que se da tanto "la literatura de buenos sentimientos, que suele ser empalagosa, y la de malos sentimientos, llena de psicópatas y de estudios sobre la maldad, como si eso en sí mismo tuviera interés", Munro ha hecho su obra sobre personas normales, "con sus ambigüedades, con sus partes oscura”.
La escritora ha comentado en ocasiones que no necesita adornar a sus personajes pues "la vida de la gente es suficientemente interesante por lo que si tú consigues captarla puede ser monótona, sencilla, increíble, insondable".

La psicoanalista Felisa Puskin comentó a LA GACETA que, dependiendo el caso, ha recomendado la lectura de Alice Munro a algunos de sus pacientes. "Es una escritora con la que he tenido un deslumbramiento. Una mujer muy interesante, cuya escritura podría llamarse femenina. Por ciertos momentos me pareció que alguien podría sentirse enriquecido con sus textos", señaló Puskin. "Su escritura es intimista y puede servirles a las mujeres en cuanto a las problemáticas que suelen tener y que piensan que le son propias. Leerlas en otras personas les puede servir. No hay que olvidar que, como decía Freud, el psicoanálisis tiene como objetivo transformar la desgracia neurótica en infortunio común", concluyó. ¿Hay algún título en particular para recomendar a las mujeres? "El último que leí, “Demasiada felicidad”, me pareció precioso. En verdad, todos son maravillosos y he pasado momentos muy especiales leyéndolos. Eso ya es algo bueno".

Dra. Mónica Carbajosa. Centro Universitario Villanueva (adscrito a la Universidad Complutense de Madrid)
Uno de los rasgos más sobresalientes de sus cuentos es la marcada atención al detalle, al matiz, siempre significativos y reveladores. Bastarían unos cuantos relatos de la autora para ilustrar un volumen sobre la importancia del detalle en la narración. No en vano, es considerada la escritora canadiense más proustiana. Autor, Proust, por el que se siente secundada (cualquier detalle es merecedor de atención). De esta forma, con gran precisión narrativa y sin prisa, construye las situaciones, los personajes y su concreto y particular entorno.

(Me gusta contemplar la vida de la gente a lo largo de una serie de años sin continuidad. Como si los captara en instantáneas. Y me gusta la forma en que la gente guarda relación o no con quien era anteriormente..... Creo que esa es la razón por la que no me atrae escribir novelas. Porque no veo a la gente en un desarrollo que llega hasta algún lugar. Sólo veo a la gente viviendo a fogonazos. Entre un momento y otro). Alice Munro.
Como afirma el escritor Jonathan Franzen , podría pensarse que Alice Munro cuenta siempre la misma historia, o una historia con los mismos elementos recurrentes

(Esta es la historia que Munro cuenta una y otra vez: hay una muchacha brillante, sexualmente voraz, que ha crecido en el Ontario rural sin mucho dinero, con una madre enferma o que ha muerto y un padre maestro de escuela cuya segunda mujer es problemática. La chica, en cuanto puede, escapa de ese entorno gracias a una beca o mediante alguna decidida acción en su propio interés. Se casa joven, se muda a la Columbia Británica, cría a sus hijos y está lejos de ser del todo inocente de la ruptura de su matrimonio. Puede haber tenido éxito como actriz, como escritora o como celebridad televisiva; goza de aventuras románticas. Cuando, inevitablemente, acaba por regresar a Ontario, se encuentra con el paisaje de su juventud inquietantemente alterado. Aunque fue ella la que se marchó del lugar, es un golpe duro para su narcisismo no verse cálidamente recibida de nuevo y comprobar que el mundo de su juventud, con sus anticuadas maneras y costumbres, ahora se dispone a juzgar las opciones modernas por las que se decidió. Al intentar sencillamente sobrevivir como persona independiente y plena, ha incurrido en dolorosas pérdidas y dislocaciones; ha hecho daño.)
Sin embargo, cada vez que Alice Munro vuelve sobre esta historia encuentra más y más. Ninguno de los relatos la agota. Y lo sorprendente, tal y como afirma Weaver, es lo que la autora puede hacer con poco más que su pequeña historia; la complejidad de las cosas dentro de las cosas parece ser algo sin fin. Cada situación es diferente y compleja, cada una presenta un mundo imaginario propio y distinto, con variedad de tiempos, perspectivas y procedimientos; cada relato explora una experiencia singular y amplía nuestro conocimiento de la naturaleza humana.

Es siempre, afirma Weaver, en las dos últimas páginas cuando enciende todas las luces. Pero lo cierto es que esas luces no siempre lo iluminan todo.
Lo dicho hasta ahora puede dar pie a diversas e inevitables confusiones.
Podría suponerse que la literatura de Alice Munro es literatura para mujeres o literatura feminista o didáctica. En sus cuentos no hay actividad ideológica o misionera alguna, no hay actitud combativa, no hay lección, ni deben ser leídos como denuncia, tampoco hay convenientes discursos ni maquilladas declaraciones. A diferencia de otros narradores, por ejemplo de su compatriota Margaret Atwood, Munro no hace más que literatura (lo que no quiere decir que sus relatos dejen de reflejar sus preocupaciones). Ahora bien, hay pasajes (otros, no) que probablemente suscribiría con entusiasmo una feminista o escenas que una lectora pueda sentir más cercanas a su experiencia cotidiana; pero están ahí porque forman parte de la verdad y la singularidad de un personaje, no de un símbolo ni mucho menos de un estereotipo. Su obra muestra y revela un profundo conocimiento y comprensión de la naturaleza humana.

Otra de las posibles confusiones que conviene aclarar es la relativa a los personajes masculinos, ya que podría pensarse que éstos quedan desdibujados o sin peso alguno. No hay más que leer un relato como Consuelo para que se desvanezca esta impresión. A través de Nina, aparentemente el centro del relato, se lleva a cabo un exacto y profundo retrato de la acentuada personalidad de Lewis, su marido. Y Consuelo no es una excepción. Personajes como Grant (Ver las orejas al lobo) o Neal (Puente Flotante) o el señor Vorguilla (Queenie) pueden también testimoniar la importancia del personaje masculino.

 Su dominio de los recursos narrativos le permite crear estructuras complejas, donde nada es previsible (siempre hay giros imprevistos y profundidades sorprendentes). No entra de manera directa en el relato, se podría decir que lo hace por la puerta de la cocina y desde allí avanza en profundidad, con armonía y proporción, combinando planos, tiempos y espacios, atravesando y trascendiendo la realidad visible, manteniendo la tensión de un relato de difícil medida, creando complejos personajes y situaciones singulares. Nunca violenta al lector, con el que consigue establecer una profunda relación de confianza. Los finales no tienden a ser sorpresivos ni conclusivos; prefiere, como Borges, la preparación de una expectativa a la de un asombro. Y todo ello con una voz narrativa propia y novedosa, a pesar de que sus relatos están construidos con los mimbres de siempre. 

PREMIOS LITERARIOS

Premio Literario Governor General's ,en tres ocasiones. (“Dance of the Happy Shades”, en 1968; “Who Do You Think You Are?”, en 1978; “The Progress of Love”, en 1986).
El libro de relatos “Friend of My Youth” (1990) obtuvo el Trillium Book Award.
En 1995, sus relatos merecieron el Lannan Literary Award for Fiction y la colección de relatos Open Secrets obtuvo el W.H. Smith Award.
The Love of a Good Woman ganó en 1998 el premio Giller Prize, el mismo que en 2004 merecieron los relatos del volumen Runaway.
National Book Critics Circle estadounidense por El amor de una mujer generosa (1998)
En 2001, Munro fue galardonada con el Rea Award for the Short Story.
Man Brooker (2009)
Como curiosidad, mencionamos que Alice Munro fue distinguida en 2005 con el Premio Reino de Redonda (creado por el escritor Javier Marías) y bautizada con el título de Duchess of Ontario.
En 2011 fue una de los tres finalistas al Premio Príncipe de Asturias de las Letras junto a Ian McEwan y a Leonard Cohen, que finalmente lo ganó.

Premio Nobel de Literatura (2013)


14.02.2014.- PRESENTACIÓN ARS AMATORIA por Mª CARMEN PUCHE

 

24.01.2014: EL CALLEJÓN DE LOS MILAGROS de NAGUIB MAHFUZ
(Presentación JMLH)

1.-  Biografía de Naguib_Mahfuz

2.-  El Callejón de los Milagros

       

3.-  Un análisis literario hecho por otra Tertulia

4.- Literatura Árabe moderna

5.- Los mejores libros de la Literatura Árabe Moderna

6.- Tendencias en la Literatura Árabe contemporánea

7.- Fechas clave: Historia reciente de Egipto

8.- Otros escritores Árabes-Musulmanes analizados en el Aula:

     a) Orhan Pamuk : "El museo de la Inocencia"
     b) Tariq Ali: "A la sombra del Granado"

11.01.2014: El Aleph de Jorge Luis Borges
(Presentación Elena Escolano)
                                                                 Jorge Luis Borges

                En 1816, depuesto el último virrey español, se proclama la independencia de Argentina. Se constituye un estado federal: la República Argentina. En su capital, Buenos Aires, en 1899, nace Jorge Luis Borges, del que expondré algunos  sucesos de su vida como hombre y lo que pueda caber, como escritor, en las notas que he preparado para vosotros. Insisto en “lo que pueda caber” porque la labor de Borges como escritor es inmensa y, sobre todo, de difícil clasificación. Escribió poesía, cuento y ensayo. Fue buen antólogo y traductor. De la novela opinaba que para qué emplear cientos de página en decir lo que cabe en un relato corto, con la maestría a que obliga la síntesis. En toda obra borgiana hay vastísima erudición, fantasía creadora desbordante, universalidad de ideas, originalidad en sus ficciones y belleza en sus poemas. Integra perfectamente lo insólito en lo cotidiano y, con frecuencia, deja al lector ante un enigma a resolver.  Todo ello le convierte en un tesoro para semióticos, matemáticos –no hay que olvidar la relación entre esta materia y la filosofía-, filólogos y mitólogos.          
                De familia notable,  pues entre sus antepasados hubo destacados militares que contribuyeron a la independencia del país. También hombres de letras como por ejemplo su padre que fue profesor de psicología y de inglés. Este idioma era bien conocido en su culta familia por lo que nuestro escritor puede decirse que se educó bilingüe. En su genealogía hay antecedentes españoles, portugueses e ingleses. Vivió en el barrio de Palermo, hoy residencial, pero marginal en los primeros años  de Borges. Allí conoció la vida de los “compadritos” que tan bien supo reflejar en ficciones literarias.
                Empezó su educación en casa; como profesor, el padre, la abuela materna y una institutriz. Y la gran influencia de la madre, culta y refinada (Leonor de Acevedo). Del padre recordaría siempre: “Él me reveló el poder de la poesía: el hecho de que las palabras sean no sólo un medio de comunicación sino símbolos mágicos y música”
                Con asombrosa precocidad, a los siete años escribió en inglés un resumen de la mitología griega, a los ocho, “La víscera fatal”, relato inspirado en el Quijote y a los nueve tradujo “El príncipe feliz” de Oscar Wilde.
                En 1908 le llevan a la escuela pública, donde lo pasa mal. Sus compañeros se burlan de él por sabelotodo y por su tartamudez.
                 En 1914 viaja con la familia a Europa. El padre iba en busca de doctores especialistas que le aliviaran la ceguera que padecía. Ceguera que heredó el hijo.  Les sorprende el comienzo de la primera guerra mundial y se instalan en la neutral Suiza, en Ginebra. Allí asiste a un colegio calvinista, se integra bien y profundiza en los estudios. Lee a los escritores realistas y simbolistas franceses – fundamentalmente a Rimbaud-, descubre a Schopenhauer, Nietzsche y otros filósofos y aprende alemán él solo con ayuda de un diccionario.
                Hacia 1919 dejan Ginebra y viajan por otros países, entre ellos España. En Sevilla participa del movimiento Ultraísta que aplicará en sus comienzos poéticos (pura metáfora). Conoce a Cansinos Assens, Valle Inclán, Ortega, Juan Ramón Jimenz, Gerardo Diego y otros nombres  relevantes del momento.  
                En 1921 Vuelve a Argentina (puede decirse que la descubre) donde  se da de lleno a la escritura y colabora en importantes publicaciones y revistas.
                Antes de iniciar un segundo viaje a Europa (1923) publica “Fervor de Buenos Aires”, primer libro de poemas en el cual se prefigura toda su obra posterior, según el mismo Borges: “Las calles de Buenos Aires son mi entraña”. …“en aquel tiempo buscaba los atardeceres, los arrabales y la desdicha” dice. Se trata de 33 poemas que aluden a variedad de temas, entre ellos a un patio y un aljibe, dos conceptos que aparecerán frecuentemente en sus escritos: “En la amistad oscura de un zaguán, una parra y un aljibe”.
                Había dejado atrás el Ultraísmo, incluso rechazado,  pasando a otro “ismo” de tipo suburbial y porteño.  En 1925 se le tenía ya  como el jefe de la más joven vanguardia. Escribió letras para tangos y milongas, huyendo de la “sensiblería del inconsolable tango.” Fue tanto cosmopolita como terruñero.
                A finales de los años 30 muere el padre y él tiene un grave accidente en cuya larga convalecencia escribe el cuento “Pierre Menard, autor del Quijote” (cuento que figurará en su famoso libro “Ficciones”). Colabora en la revista “Sur”, de contenido cosmopolita.  
                Pero es en 1930 (y hasta 1950) cuando se abre a una narrativa fantástica y mágica hasta el punto de producir durante esas dos décadas algunas de las más extraordinarias ficciones del siglo XX ,como “Historia universal de la infamia” y “El Aleph”, cuento que da nombre al libro de relatos así llamado. Significó el reconocimiento de Borges dentro y fuera de Argentina. Su quehacer literario avanzaba en sencillez, claridad y evitaba lo superfluo.
                A tener en cuenta la amistad que le une con Adolfo Bioy Casares, conocido  escritor argentino con quien colaboró en obras importantes: “Antología de la literatura fantástica” (1940), y Antología poética argentina”.  También colaboró  con la  mujer de Bioy, Silvina Ocampo, de influencia significativa en el mundo de las letras argentinas. Leopoldo Lugones y Macedonio Fernández  figuran entre los admirados escritores de su tierra.
                En 1938 había sido nombrado bibliotecario de la biblioteca municipal del barrio de Boedo. Allí pudo leer y escribir en soledad ya que no entraba demasiada gente.
                Conoce a Estela Canto en 1944, joven inteligente, atractiva y poco convencional de quien se enamora.  Amor no correspondido que agonizó definitivamente en 1952. Pero es interesante saber que a ella dedicó su famoso cuento “El Aleph”, lo mejor de él según la crítica. Tiempo después Estela subastó el manuscrito original por 25.000 dólares.
                En 1946 adviene el peronismo. Borges, absolutamente en contra: “Las dictaduras fomentan la opresión, las dictaduras fomentan el servilismo, las dictaduras fomentan la crueldad, más abominable es el hecho de que fomenten la idiotez”. Esta oposición al régimen conlleva que le destituyan del empleo de bibliotecario y le nombren, como un sarcasmo, “Inspector de mercados de aves de corral”. Trabajo que rechaza. Y para sobrevivir se dedica a dar conferencias y a la enseñanza del inglés.
                Cuando un nuevo golpe militar da al traste con el régimen de Juan Perón, le conceden la dirección de la Biblioteca Nacional (1955), y le designan “Miembro de la Academia Argentina de las Letras”. Le confirman, además, en la cátedra de lengua alemana en la facultad de letras de la Universidad de Buenos Aires.
                Por entonces, la ceguera congénita se manifiesta casi total. Le tienen que leer y escribe al dictado. Quien había imaginado el Paraíso como una especie de biblioteca y a él como el centro de miles de volúmenes en diversos idiomas, nos confiesa: “entonces comprobé que apenas podía descifrar las carátulas y los lomos”. Y continúa:
                                             Nadie rebaja a lágrima o reproche
                                             Esta declaración de la maestría
                                             De Dios, que con magnífica ironía
                                             Me dio a la vez los libros y la noche.
                En 1967 (68 años) se casa con Estela Astete, viuda de 57 años.  La convivencia, que se hace imposible  en parte por los celos de la madre de él, termina en 1970. Dice Estela, de Borges: “Era introvertido, callado y poco cariñoso. Era etéreo, impredecible. No vivía en un mundo real”.
                En 1973 solicita la jubilación. EMECE le edita en un solo volumen las obras completas y en Milán, Franco María Ricci hace una edición del cuento “El congreso” con letras de oro.
                Muere la madre en 1975 y aparece  de nuevo una mujer: María Kodama.  Exalumna,  secretaria y más tarde definitiva esposa que le comprende, ayuda y acompaña hasta su muerte. Es la heredera del legado Borges.
                En 1986, sintiéndose muy enfermo, fija su residencia en Ginebra, ciudad a la que llamaba “una de mis patrias”. Un cáncer de hígado complicado con enfisema pulmonar termina con la vida de Jorge Luis Borges el 14 de junio de 1986. Según su voluntad es enterrado en el cementerio ginebrino de Plain Palais. El escultor argentino  Eduardo Longato esculpe para él una lápida áspera y blanca con las siguientes inscripciones debajo de su nombre:
                “And ne forhtedon na” junto a un grabado circular con siete guerreros, una pequeña cruz de Gales y los años 1899-1986. La inscripción, formulada en anglosajón, se traduce como: ”Y que no temiera”. En la cara posterior aparece el capítulo XXVII de la saga noruega “Saga Volsunga”, del siglo XIII. Significa: “Él tomó la espada  Gram y la colocó entre ellos desenvainada. Estos mismos versos los utilizó Borges como epígrafe de su cuento “Ulrica”, de “El libro de arena”, el cuento que hemos leído. Es el único entre toda su obra en que se toca el tema del amor. Bajo esta segunda inscripción aparece el grabado de una nave vikinga y por último esta dedicatoria: “De Ulrica a Javier Otárola.” Los dos personajes que ya debemos conocer. ¿Es, tal vez, el encubierto recuerdo amoroso de María Kodama  hacia el escritor?
                Los argentinos quisieron trasladar sus restos a la Recolete, famoso cementerio de Buenos Aires,  pero Kodama se opuso y siguen en Ginebra.
                Sería algo gratuito enumerar aquí su obra, tan vasta es.
                Premios, todos los imaginables. Importante el Formentor en 1961 que compartió con Samuel Beckett, concedido por la editorial Seix Barral de Barcelona y el Congreso Internacional de Editores por el libro “Ficciones” (el de Beckett fue “Trilogy”).  Dicho premio marcó el comienzo del reconocimiento del autor argentino en todo el mundo occidental. Esta obra de Borges es la más representativa en cuanto a posibilidades literarias en el ámbito de las matemáticas y la filosofía.  Recibió muchos más honores y premios… excepto el Nobel para el que estuvo propuesto durante treinta años y no se le concedió, dicen, porque en la Academia sueca alguien le ponía el veto por fuertes discrepancias políticas con nuestro autor.
                A resaltar en cuanto a desacuerdo en política la enemistad con Sábato. Claro que, después de las famosas disputas, llegó el entendimiento que dio lugar a la colaboración en el libro “Diálogos: Borges- Sábato”.
                Entre algunos escritores que tuvo muy en cuenta podemos citar, aparte de los ya nombrados, a Kafka, Chesterton, Wells, De Quincey, Stevenson, Kipling… los filósofos ya dichos y religiones varias como el Taoismo.
                Para terminar citaré unas palabras de Claudio Magris sobre la amplia producción poética borgiana:” Es el encanto de un momento en el cual las cosas parece que nos vayan a desvelar  un secreto.”

Elena Escolano
Diciembre 2013-Enero2014   
               

    
25.10.2013: MEMORIAS DE ADRIANO de MARGUERITE YOURCENAR
(Presentado por TINA ROYO)

“Yo era demasiado joven. Hay libros a los que no hay que atreverse hasta no haber cumplido los 40 años. Se corre el riesgo, antes de haber alcanzado esa edad, de desconocer la existencia de grandes fronteras naturales, que separan de persona a persona, de siglo a siglo, la infinita variedad de los seres… Me hicieron falta esos años para aprender a calcular las distancias entre el Emperador y yo.

Por mi experiencia personal, desde la primera vez que leí la obra, suscribo la frase transcrita; además me ha sugerido la necesidad de investigar la posible relación entre las etapas históricas de la autora, al escribir la obra, y la del emperador Adriano.

ÍNDICE.- 

  • DATOS SOBRE LA AUTORA: Juventud de M.Yourcenar. Carrera Literaria. 
  • HISTORIA DEL SIGLO XX
Ideologías del siglo XX. La Revolución Soviética. Guerras mundiales.
      La Descolonización. Hacia una civilización Universal.
  • Los Nuevos caminos del Arte
      Nueva Arquitectura. El Urbanismo.
      Escultura: Expresionismo y Cubismo. En Hierro. Cinética.
      Pintura: Fauvismo. Cubismo. Futurismo. Expresionismo. Surrealismo. Abstracto.
      Un nuevo arte: El Cine. Transformaciones de la Música.

  • CARACTERÍSTICAS DE LA OBRA. PERFIL DE ADRIANO. 
  • ROMA. El tiempo de  Adriano. 
  • ÍNDICE ANALÍTICO de las Memorias de Adriano. 
  • PENSAMIENTOS a destacar en la obra. (Fase interactiva de la sesión) 
  • ESCUELAS FILOSÓFICAS (Manolo Sánchez) 

DATOS SOBRE LA AUTORA

Biografía

Primeros años

Marguerite Antoinette Jeanne Marie Ghislaine Cleenewerck de Crayencour nació en Bruselas (Bélgica) en 1903. por tanto vivió una etapa histórica llena de acontecimientos tan trascendentales que cambiarían la sociedad occidental y marcarían la vida de Marguerite. Su madre, murió a los diez días de su y la niña fue educada por su padre,  en el norte de Francia, quien le enseñó latín a los 10 años y griego clásico a los 12.

Carrera literaria

A partir de 1919 abandona su apellido real y empieza a firmar como Marguerite Yourcenar, siendo éste un anagrama de Crayencour. Su primera novela, Alexis o el tratado del inútil combate, fue publicada en 1929. En 1939, para que pudiera escapar de los problemas bélicos, su mejor amiga en ese momento, una traductora norteamericana llamada Grace Frick a la que había conocido en París en 1937, la invita a Estados Unidos, donde dará clases de Literatura comparada en la ciudad de Nueva York. Yourcenar era bisexual,3 ella y Frick se harán amantes y seguirán juntas hasta la muerte de ésta en 1979.4
En 1947 obtuvo la nacionalidad norteamericana. En 1951 publica en París su muy documentada novela histórica Mémoires d'Hadrien (en español Memorias de Adriano), en la que estuvo trabajando a lo largo de una década. La novela fue un éxito inmediato y tuvo una gran acogida por parte de la crítica. Su presentación fue el motivo para volver a Francia después de doce años de ausencia.
En Memorias de Adriano, Yourcenar recrea la vida y muerte de una de las figuras más importantes del mundo antiguo, el emperador romano Adriano. La obra está escrita a modo de larga carta del emperador a su nieto adoptivo y futuro sucesor, Marco Aurelio. Adriano le explica su pasado, describiendo sus triunfos, su amor por Antinoo y su filosofía. Memorias de Adriano fue una novela pionera que ha servido de influencia en la posterior novelística histórica y se ha convertido en una obra maestra de la literatura moderna.
 Entre sus obras figuran "Opus Nigrum"-La obra en negro-,  "Fuegos", escrita en 1935, y que alterna relatos basados en mitos clásicos con algunos fragmentos sobre la pasión amorosa, he aquí unos cuantos fragmentos extraídos de este libro:
-"Espero que este libro no sea leído jamás". -"Soledad...yo no creo como ellos creen, no vivió como ellos viven,no amo como ellos aman...Moriré como ellos mueren". -"No hay nada que temer. He tocado fondo. No puedo caer más bajo que tu corazón". -"¿Adónde huir? Tú llenas el mundo. No puedo huir más que en ti". -"Soporto tus defectos. Uno se resigna a los defectos de Dios. Soporto tu ausencia. Uno se resigna a la ausencia de Dios".
Ganadora de los premios Femina y Erasmus, en 1980 fue la primera mujer elegida miembro de número de la Academia francesa, aunque desde 1970 ya pertenecía a la Academia belga. Una de las más respetadas escritoras en lengua francesa, tras el éxito de Memorias de Adriano, siguió publicando novela, ensayo, poesía y tres volúmenes de memorias.
Existe una anécdota ya bien conocida del encuentro de esta autora con el célebre escritor Jorge Luis Borges. En 1986, seis días antes de la muerte de Borges, estos dos autores se encontraron en Ginebra, donde Marguerite le preguntó:"Borges,¿cuándo saldrás del laberinto". Él le respondió:"Cuando hayan salido todos".
Yourcenar vivió la mayor parte de su vida en su casa Petite Plaisance, en Mount Desert Island, en el estado de Maine, y sus restos descansan en la misma isla junto a los de la compañera de toda su vida Grace Frick, en una sencilla tumba en el Brookside Cemetery de Somesville[2]. La casa de ambas es ahora un museo dedicado a su memoria, abierto al público durante los veranos. 

CARACTERÍSTICAS DE LA OBRA. PERFIL DE ADRIANO.

Las Memorias de Adriano describen la vida y la muerte del emperador romano Adriano. El libro tiene la forma de una epístola al primo de Adriano y su eventual sucesor “Marco” (Marco Aurelio). El emperador medita acerca de sus triunfos militares, el amor en la poesía y la música, y su pasión por su amante Antínoo, todo de una manera no inconsistente con la “melancolía del mundo antiguo” a la que aludió Gustave Flaubert.
 El protagonista original de la novela de Yourcenar, se llamó Publio Aelio Adriano y gobernó el Imperio entre los años 76 y 138 A. de C. Había nacido en Itálica, cerca de Sevilla,  y su familia –aunque romana- pasó la mayor parte de su vida en España. Sucesor de Trajano en el trono de Roma, su elección como autoridad máxima se debió, en gran parte, a la emperatriz Plotina, esposa de su antecesor,  quien lo incorporó a su estirpe ofreciéndole en matrimonio a una sobrina suya (Sabina). Cuando vistió la púrpura, en 117, modificó profundamente la política militar romana. Mientras que Trajano se había dedicado a expandir la geografía de su patria, Adriano se empeñó en asegurar y mantener la paz en las fronteras. De los veinte años que duró su reinado (hasta el 138), doce de ellos los pasó en viajes.
Su inclinación al arte se evidenció en obras como la reconstrucción total del Panteón, la edificación del templo de Venus y Roma, la Villa Adriana, la Biblioteca de Atenas y el Mausoleo (actualmente castillo de Sant'Angelo) donde fue enterrado. 
En el 134, ante la proximidad de su muerte, se vio obligado a elegir y adoptar a un sucesor. Julio Serviano y su nieto (Lucio Cómodo) fueron las primeras opciones, pero ambos fallecieron antes que el Emperador. Adriano, entonces, nombró a Tito Aurelio Antonino (coronado como Antonino Pío), al que le hizo adoptar -a su vez– los dos futuros emperadores (Marco Aurelio Vero y  Lucio Vero).
            Adriano falleció seis meses después del nombramiento, el 10 de julio de 138, a los 62 años.
En el devenir de los capítulos, se presentan enemigos (algunos incluso, pertenecientes a su entrono familiar; es el caso de su cuñado Serviano, esposo de su hermana Paulina, quien intenta matarlo en dos oportunidades), reflexiones acerca del amor –encarnado en el personaje de Antinóo-  (“De todos nuestros juegos, es el único que amenaza trastornar el alma, y el único donde el jugador se abandona por fuerza al delirio del cuerpo. No es indispensable que el bebedor abdique de su razón, pero el amante que conserva la suya no obedece del todo a su dios”);  y hasta una declaración abierta acerca de su misión como hombre público y ciudadano de Roma (“Nos esforzábamos penosamente por hacer del Estado una máquina capaz de servir a los hombres, con el menor riesgo posible de triturarlos”).
La voz serena e irrefutable del emperador ofrece, incluso, una justificación para esta sentencia: ”No estoy seguro de que el descubrimiento del amor sea por fuerza más delicioso que el de la poesía”.
Yourcenar anotó en su postscritptum “Carnet de note” a la edición original “Encontrada de nuevo en un volumen de la correspondencia de Flaubert, releída y subrayada por mí hacia 1927, la frase inolvidable: <<Cuando los dioses ya no existían y Cristo no había aparecido aún, hubo un momento único, desde Cicerón hasta Marco Aurelio, en que sólo estuvo el hombre>>. Gran parte de mi vida transcurrirá en el intento de definir, después de retratar, a este hombre solo y al mismo tiempo vinculado con todo.”
Con las Memorias de Adriano lo que se da es una utilización del pasado para poder explicar el presente. Marguerite Yourcenar consigue recrear una época de forma muy documentada, pero ¿cómo se puede saber lo pensaba Adriano? Aquí si se da lo que apunta Lyotard, un esfuerzo por dotarnos de mitos y relatos que nos rescaten de esa falta de sentido por  la crisis de los grandes relatos. Pero ¿Cómo funciona o que estatuto tiene la memoria en esta explicación? En tiempo presente, lo que consideramos como lo real aparece como un continuo de experiencias. Por lo que se refiere al pasado, la memoria ordena los hechos vividos por el sujeto. Lo interesante es que dicha ordenación no se da en el momento de ocurrir, como ese continuo de experiencias, sino en el momento de su reconstrucción. Los hechos poseen una existencia gnoseológica y específicamente narrativa ya que ordenamos los hechos en proposiciones y los reconocemos al contarlos, al proferirlos. ¿En que medida recordamos y cómo gestionamos el olvido? Todos estos elementos se tienen que tener en cuenta a la hora de abordar la temática de la memoria y en este caso las literaturas de la memoria. En el caso de las Memorias de Adriano se da esta narración y excelente reconstrucción de una época ya ajena a nosotros que lo que intenta es instaurar un acto de comprensión atemporal desde una posición interior. Podríamos decir en este sentido que no se comprende a alguien a causa de su realidad histórica, sino que de ésta realidad histórica sólo se comprenden los contenidos idealmente separables. Obviamente, para la ciencia histórica si que es importante la realidad histórica y su ordenación. Pero para una posición que intenta comprender, se soslaya el tiempo para obtener calidad de conocimiento. Por eso se da esta utilización del pasado para comprender el presente, aunque no es tanto un afirmación del mismo (del presente) como de la eternidad en tanto que tiempo liberado:
El tiempo no cuenta. Siempre me sorprende que mis contemporáneos, que creen haber conquistado y transformado el espacio, ignoren que la distancia de los siglos puede reducirse a nuestro antojo.
Tomar una vida conocida, concluida, fijada por la Historia (en la medida en que puede serlo una vida), de modo tal que sea posible abarcar su curva por completo; más aún, elegir el momento en que el hombre que vivió esa existencia la evalúa, la examina, es por instante capaz de juzgarla. Hacerlo de manera que ese hombre se encuentre ante su propia vida en la misma posición que nosotros. 

ROMA. El tiempo de Adriano.

Hablar de Roma es hacerlo de uno de los episodios más trascendentes de la civilización...¿cuántas cosas nuestras no tienen reflejo  y origen en la pequeña ciudad que surgió a orillas del Tíber?

            Roma (su imperio) es la esencia de la civilización europea, la semilla de los logros más duraderos de los hombres. Y es complejo asimilar esta realidad.
La filosofía -que es lo que nos ocupa- romana no presenta  diferencias respecto a las filosofías postaristotélicas ;epicureísmo, estoicismo y escepticismo serán las tendencias filosóficas morales más representativas del hombre romano.

            Pero ¿cómo acercarnos a lo que es Roma y su grandeza? Proponemos aquí un recorrido por la mente delhombre más poderoso..:el emperador.Pero no uno cualquiera;uno que ayude a entender el sentimiento hacia Roma y la  necesidad de ésta. Lo haremos desde la literatura, así añadimos también algo de belleza.

Es una novela, aunque su título nos evoque una biografía o unas memorias de corte clásico.

No es una obra con pretensión de enciclopedismo; es la visión de la autora sobre un hombre y un tiempo de gran trascendencia, desde la óptica y la necesidad de entender y transmitir de quien la escribe.

No tiene una función académica hemos dicho antes, pero la preparación de la obra y su redacción contínua y continuada por parte de la autora nos evidencian una pasión sincera y vital.No es historia, pero en todo lo posible documentada está.
Memorias de Adriano está escrita en forma de carta (una sóla aparentemente) directamente dirigida a un personaje muy concreto; nombrado al inicio y descrito-descubierto al final.

Es la conversación y el repaso a una gran parte de su vida por parte de Adriano, donde se mezclan los recuerdos, los consejos y la exposición de unos principios , conocimientos y actitudes presentados como modelos de gobierno humano y político.

¿Qué la hace tan atractiva y útil para cualquiera? Aquello que hemos ido olvidando… Hemos decidido ir olvidando el origen de nuestra cultura y nuestras creencias y plazas comunes. La historia recuerda de vez en cuando de dónde venimos…Y Roma ocupa en ello un papel central. Toda nuestra historia “civilizada” se explica desde la civitas romana; no hay comprensión de muchas de nuestras instituciones, de nuestros usos legales y de nuestros pilares para el futuro sin pasar por el imperio. Toda la Europa medieval, renacentista, y hasta la ilustrada deben a Roma una parte vital de su desarrollo.

Tenemos de Roma la visión de conjunto desordenada y desenfocada, imposible de ser veraz y comprensible, ininteligible para nosotros-diríamos-. Conocemos sus datos pero no nos hacemos idea de su realidad. El imperio, tan alejado de los inicios del pueblo se convertiría luego en la forma social y  el eje del gobierno y la sociedad  más civilizada e intrigante objeto de todo tipo de exceso y capaz de todo tipo de  avances.  Divagamos.

En el centro del imperio se halla el emperador ; odiado, temido, amado,endiosado a partes iguales.El sol sobre el que gira toda Roma..pero ¿qué es ser emperador? ¿Cuáles son las preocupaciones del hombre más poderoso del mundo civilizado? ¿Qué poder real tiene? ¿Quiénes son sus enemigos reales y cuáles sus etsrategias? ¿De quién puede fiarse? ¿A qué debe su vida?

Aquí es donde Margueritte Yourcenar nos muestra su maestría para definir un personaje.Y elige al emperador que –tal vez- mejor representa la unión entre la visión y la voluntad  personal de poder y la asunción del destino de ese mismo poder y su responsabilidad.En las líneas de Margueritte Yourcenar uno descubre lo que representa el poder, la compleja trama que lleva de la oportunidad a la obligación del gobierno, de los asuntos que atormentan a cualquier hombre (incluso más al emperador por ser el primero de los hombres), de la soledad de las decisiones de estado, de la humildad y la inevitable arrogancia…sirve tanto para quien quiera acercarse a las profundidades del hombre de gobierno como a quien sólo desee acercarse a las inquietudes humanas universales. Ahí es nada.

¿Y por qué Adriano? Nos basta para ello con la frase más célebre de las que envuelven a esta obra; no está en la obra en sí, sino en las notas aclaratorias al final de la misma.

Señala la autora: Encontrada de nuevo en un volumen de la correspondencia de Flaubert, releída y subrayada por mí hacia 1927, la frase nolvidable: "Cuando los dioses ya no esxistían y Cristo no había aparecido aún, hubo un momento único, desde Cicerón hasta Marco Aurelio, en que sólo estaba el hombre".
Es la época..el momento en que el cristianismo aún no había entrado en escena, pero los dioses anteriores no respondían al hombre del momento.Y ese momento es único..anterior al cristianismo y su revolución pero aún en el cénit del imperio...Y en medio de todo ello un hombre, un emperador tan humano y tan divino como cualquier otro..pero más consciente de ello. Sus análisis sobre lo humano son dignas de cualquier propuesta filosófica  (o las de Margueritte Yourcenar).

Yourcenar se ha fijado en un personaje cuya vida llama mucho la atención justamente por el aporte histórico y por la determinación de una personalidad que ha logrado destacarse tanto por sus ambigüedades como por lo que tiene de original. 
Adriano permite a Yourcenar rescatar una vivencia histórica que se constituye a partir de "Memorias de Adriano" precisamente en eso, en la memoria de un personaje que logrará causar un impacto profundo en el lector que sea capaz de ir más allá de las líneas y adentrarse en una experiencia vital que la autora ha logrado plasmar con originalidad haciendo hablar al mismo  Adriano en un ápoca distinta a la de él pero que descubre un testimonio eficaz de autenticidad, pasión, determinación, sensibilidad, entusiasmo y sobre todo con alto sentido humanista.
"Memorias  de Adriano" es la presentación de una vida ajena a la de la autora pero que se funde en la de ella misma, al punto que se percibe como una especie de fusión entre dos personalidades, la de Adriano y la de Marguerite Yourcenar, un logro de este género de novela histórica que Yourcenar ha sabido plasmar de modo magistral. Marguerite Yourcenar comparte con Adriano muchas pasiones y sentimientos, su franqueza y determinación, su sensibilidad en el amor,  los viajes, el arte, el estudio del latín y del griego que se expresa en varios pasajes de la obra, la reflexión que se construye sobre la muerte y la vida y el momento de conciencia sobre una vida que se agota pero que no deja  de recibir de ella alguna enseñanza.  Como Adriano, Yourcenar trata de entrar a la muerte con los ojos abiertos.
Creo que el sentido de esta obra  puede hallarse en la necesidad de la autora de mostrar el impacto personal que puede producir alguien tan singular como el Emperador Adriano traído de una época pasada que se hace presente y se inmortaliza en cada experiencia de lectura y en cada intensión interpretativa a la que se someta, esta obra constituye un excelente ejemplo de cruce de horizontes que no sólo se entrecruzan sino que se relacionan de manera conveniente en la vivencia que se establece entre el personaje principal de la obra, la autora y el lector que viene a sentirse como espectador y partícipe de un momento histórica que hasta ahora le era ajeno pero que a partir de la lectura se convierte en uno más de sus espacios en el que se da una vivencia concreta. 

ÍNDICE ANALÍTICO DE MEMORIAS DE ADRIANO

A continuación ofrezco un índice analítico de "Memorias de Adriano" (edición de Casa Editorial El Tiempo 2004) elaborado según los temas que, a mi juicio, ofrecen un estudio hermenéutico más profundo y que, personalmente, me han permitido comprender mejor la obra y citar adecuadamente en el presente trabajo.
Adriano: 23 autodefinición.
Arte: 110-111
Esperanza: 6 
Conciencia: 7 
Amistad: 8, 133
Amor: 13-14 efectos del amor: 136
Paz: 82
Libertad: 37-38 
Gloria: 47
Poder: 74 
Fortuna: 49  La vida es: 240
Guerra: 58
Autenticidad: 87
Libertad - humanidad - felicidad: 93
Humanidad: 114 Atenas modelo de humanismo: 183 Filantropía: 184
Prosperidad: 99
Sensación: 151
Dolor: 168 primer paso hacia el dolor: 202
Felicidad como retribución: 137
Construcción: 106   
Sucesión - adopción: 209
Características que Adriano le dio a Roma: 168
Filosofía de Adriano: 179
Los cristianos para Adriano: 181 - 182
Inmortalidad: 235
Muerte: 171 Utilidad de la muerte: 238 Meditación de la muerte: 237
Ser dios - Adriano dios: 123 Yo dios: 122
Antinoo: 128 - 131; 142-144  Antinoo y la muerte: 135; suicidio de Antinoo: 143
Antinoo: 146 - 154 divinización de Antinoo: 165
 Repugnancia hacia la vida urbana: 176
Lucio: 90, 212, adopción de lucio: 213, enfermedad de Lucio: 217.
Descripción de Lucio: 157
Hijo de Lucio: 219
Annio Vero: 222 Marco Aurelio: 222 - 223
Sueño: 17, 20, 238 

PENSAMIENTOS a destacar en la obra. (Fase interactiva de la sesión)
“Los dioses no estaban ya, y Cristo no estaba todavía, y de Cicerón a Marco Aurelio hubo un momento único en que el hombre estuvo solo”….
“No soy de los que afirman que sus acciones no se le parecen. Muy al contrario, pues ellas son mi única medida, el único medio de grabarme en la memoria de los hombres, y aún en la propia mía”.
“No desprecio a los hombres. Los sé vanos, ignorantes, ávidos, inquietos, capaces de cualquier cosa para triunfar, para hacerse valer, incluso ante sus propios ojos, o, simplemente, para evitar sufrir. Lo sé: soy como ellos, al menos por momentos, o hubiera podido serlo. Sólo en un punto me siento superior a la mayoría de los hombres: soy a la vez más libre y más sumiso de lo que ellos se atreven a ser. Casi todos desconocen por igual su justa libertad y su verdadera servidumbre”.
“Dudo que toda la  filosofía de este mundo logre suprimir la esclavitud; a lo sumo le cambiarán el nombre.  A la servidumbre del espíritu o de la imaginación, prefiero la esclavitud de hecho”.
“La inmortalidad de la raza se consideraba como un paliativo de la muerte. Se hablaba de Gloria, bella palabra que dilata el corazón, pero con miras a establecer entre ella y la inmortalidad una confusión falaz, como si la huella de un ser fuese lo mismo que su presencia”.
“La costumbre nos hubiera llevado a ese fin sin gloria pero también sin desastres que la vida procura a los que no rehúsan su dulce embotamiento por el uso”.
“Tener razón demasiado pronto es lo mismo que equivocarse”.
“La moral es una convención privada; la decencia, una cuestión pública; toda licencia demasiado visible me ha hecho siempre el efecto de una ostentación de mala ley… Tengo que confesar que creo poco en las leyes. Si son demasiado duras, se las transgrede con razón. Si son demasiado complicadas, el ingenio humano encuentra el modo de deslizarse entre las mallas de esta red tan frágil”.
“Un triunfo sólo sienta bien a los muertos. La fortuna de un muerto está al abrigo de los reveses; hasta sus derrotas adquieren un resplandor de victoria”.
“La ficción tiene su lado bueno, prueba que las decisiones del espíritu y la voluntad priman sobre las circunstancias”.
“Una parte de cada vida, y aún de cada vida insignificante, transcurre en buscar las razones de ser, los puntos de partida, las fuentes…  Cuando los cálculos complicados resultan falsos, cuando los mismos filósofos no tienen ya nada que decirnos, es excusable volverse hacia el lejano contrapeso de los astros”.

ESCUELAS FILOSÓFICAS
 (Manolo Sánchez)



MEMORIAS DE ADRIANO. (Margarita Youcenar)
(Traducción de Julio Cortázar, Ed. Edhasa, 1982).

 Hemos seleccionado algunas páginas de la novela donde se citan algunos aspectos de la filosofía y de la religión en la época de  Adriano.

FILOSOFÍA.

Estoicismo. La vida es una derrota aceptada. Pág.10
Gimnosofista (yogis): son ascéticos en comidas y placeres en general, pgs. 14, 120
Cínicos: (Diógenes de Sinope): rechazan la voluptuosidad, pgs. 15, 16
Adriano se declara independiente de cualquier escuela filosófica, 15
Filosofía erótica: acercamiento del Yo al Otro por contacto corporal pgs. 17-18
El amor como belleza, pgs. 18-19
Evaluación de la existencia humana, pgs.  23-25
Cuando no se logra una explicación filosófica de la vida se refugia en la magia, pgs.26-27 ( se consulta el vuelo de las aves y  los astros)
Adriano admira a los filósofos. Pgs. 47
Plotina, mujer de Trajano, era epicúrea, pg. 71
Imagen del filósofo humanista: humanitas, felicitas, libertas. pg.95
Suicidio del estoico Eufrates, pgs. 135-136 ( Antinoo lo imitará)
Panteismo: el Todo y los individuos pg. 139
Filosofía de la inmortalidad,pg.170 (alma y cuerpo)
Adriano se confiesa heraclitiano,pg. 178
Limitaciones de los filósofos,pg.180

Política de Platón,pg. 217 ( idealismo o realismo).

RELIGIÓN.

Religión judía: sectarios, se creen superiores pg. 188-191; son traidores, e intransigentes pg.73; enemigos de los griegos,pg. 81

Los brahamanes indios y el suicidio, pg. 119-120

Adriano se inicia en los misterios de Eleusis, pgs. 122, 148.
 (Nota: Los misterios de Eleusis se celebraban en Eleusis, cerca de Atenas. Fiesta anual de culto a la diosa Deméter y a su hija Perséfone. Deméter es diosa de la agricultura. Los que se iniciaban en el culto tomaban un brebaje de cebada y centeno. Teodosio I, año 392, los prohibe para favorecer el cristianismo, y Alarico I profana los antiguos rito e impone el cristianismo.

Adriano panteista: todo se funde en el Todo,139

Religiones asiáticas mistéricas y de iniciación, 148 (Ponían en cuestión la religión oficial. Son ritos de iniciación. No se pueden explicar racionalmente. Ver el culto a Mitra en Frigia, Osiris en Egipto. Misterios órficos y misterios de Dionisos (Baco)

Cristianos: sus sectas 157, 179; choque con los epigcios.

Sacrificios mágicos, pg. 160

Egipto: muerte de Osiris, 161

La inmortalidad, 170

Las religiones antiguas no imponen dogmas, 180 (recordar el discurso de Pablo de Tarso en el areópago ateniense, Hechos de los apóstoles: Pablo de Tarso en el areópago, 17. 22-32)

Dioses implacables, 196

Religión y sacrificios, 228

Supremacía de la religión romana, 234

Papa el Roma?, 235.



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